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Actualizado: 1 de julio de 2025


Enrique Peyne fué en el bote á tierra, y queriendo tomarla, vió 30 hombres armados con escopetas y espadas, que querian prenderle: y conociéndolo sus marineros, le instaron á que no saliese á tierra. Procuró volverse á toda prisa, aunque menos de la que él quisiera, porque le seguian en navichuelos los de tierra, amenazándole. Al fin se libró de ellos en otra nave mas cercana á tierra.

19 Mas Herodías le acechaba, y deseaba matarle, y no podía; 20 porque Herodes temía a Juan, conociéndolo varón justo y santo; y le tenía respeto; y escuchándole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana. 21 Y venido un día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su nacimiento, daba una cena a sus príncipes y tribunos, y a los principales de Galilea;

No se renuncia porque en un pueblo haya millares de hombres candorosos que toman el bien por el mal; egoístas que sacan de él su provecho; indiferentes que lo ven sin interesarse; tímidos que no se atreven a combatirlo; corrompidos, en fin, que conociéndolo se entregan a él por inclinación al mal, por depravación; siempre ha habido en los pueblos todo esto, y nunca el mal ha triunfado definitivamente.

Calvat, para cerciorarse, se impuso la costumbre de hacer centinela ante la verja de la quinta a la hora que llegaba el cartero. Conociéndolo este hombre por cuñado del pintor le entregaba las cartas dirigidas a la casa, y Calvat estudiaba cuidadosamente los sobrescritos.

Yo, conociéndolo, se los prodigaba, con detrimento del bolsillo, pues el pupilaje seguía corriendo en la fonda. El examen que nunca dejaba de hacer de los que comían cerca de nosotros le sugería observaciones algunas veces muy saladas, siempre vivas y alegres, animadas por esa imaginación meridional que todo lo agiganta.

Por más que hacía no lograba borrar de su espíritu la manera extraña de comenzar aquella amistad, ni se le podía ocultar el fondo de falsedad que en ella existía. Conociéndolo Raimundo procuraba con afán desvanecer sus aprensiones, unas veces directa, otras indirectamente. Era Aurelia una muchacha más bien fea que linda, como ya hemos dicho, de buen sentido y de honrado corazón.

Su caballo no llevaba ímpetu bastante y hubiera caído en ella, si el Padre, conociéndolo, no hubiera llegado en sazón, excitando el caballo con el látigo, y con el ejemplo, porque saltó primero.

Tales pensamientos y otros de la misma estofa dominaban en el seráfico auditorio. Conociéndolo el orador, hubiera hecho alto y puesto punto final á su elocuencia; mas no tuvo tanta oportunidad, y siguió adelante.

¡Ah! exclamó mi tío golpeándose en la frente. ¡Pobrecita! ¿Quién lo hubiera creído?... ¿Será posible? ¡Ya me lo había sospechado! ¿Y por qué no? Cualquiera, conociéndolo a usted... ¿o pensaba usted... que, casándose con una muchacha como esa, no?... ¡Oh! no, no contestó mi tío con cierto orgullo reconcentrado, como un hombre que está persuadido de haber cumplido con su deber.

Palabra del Dia

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