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Era la chica una apuesta jóven de 22 á 24 años, sencilla, candorosa y muy servicial, de mediana talla, pelo de un rubio casi amarillento, cara ovalada, fina y sonrosada, ojos de un bello azul oscuro, grandes y tímidos, nariz delicada y preciosa boca.

Pasaban de trescientos los juramentados para salir aquella noche, mas sólo acudió aquel puñado de valientes, y don César, dando prueba de lo que era, esto es, de caballero firme y bizarro, no tuvo inconveniente en acaudillarlos, esperando arrastrar con su ejemplo a los tímidos.

Tenía entonces cuarenta años; sentíase ágil y fuerte, y aunque su humor era pacífico y nunca había tocado un fusil, le animaba el ejemplo de algunos estudiantes tímidos y piadosos que se habían fugado del Seminario, y, según se decía, peleaban en Cataluña tras la capa roja de don Ramón Cabrera.

Las ricas arborescencias donde se descoge la actividad de esas tribus laboriosas, los ingeniosos laberintos que parecen buscar un hilo, ese profundo juego simbólico de vida vegetal y de toda vida, es el esfuerzo de una idea, de la libertad cautiva, sus tímidos tanteos hacia la prometida luz, relámpago encantador del alma joven comprometida en la vida común; pero que, suavemente, sin violencia, con gracia, se emancipaba de ella.

Andarían sueltas por ahí, perturbando la tranquilidad de la República; molestarían á los hombres tímidos, inclinados á la modestia y el recogimiento, y ¡quién sabe si acabarían por raptarlos!... Con el ejército, estas energías sueltas se canalizan hacia la gloria militar, y aunque la tal gloria no exista, su ilusión nos proporciona la tranquilidad.

Eran tímidos y huraños con la gente que llegaba de aquella llanura, a la que volvían los ojos con cierto temor supersticioso, como si en ella residiese el misterio de la vida. Eran pedazos de naturaleza, de una existencia rudimentaria y monótana. Andaban y vivían como podrían hacerlo un árbol o una piedra animados de movimiento.

La sentenciada dormía aún en su celda, ignorando lo que iba á ocurrir. Marcharon en fila por los corredores de la cárcel los encargados de despertarla, sombríos y tímidos, empujándose con su nerviosa precipitación. Se abrió una puerta. Bajo la luz reglamentaria estaba Freya en su lecho con los ojos cerrados. Al abrirlos y verse rodeada de hombres, su cara se dilató con un gesto de espanto.

Muy de tarde en tarde, llegaba á sus manos, con enorme retraso, una tarjeta postal revisada por la censura alemana. Cuatro líneas nada más, escritas como los niños escriben en la escuela, bajo la mirada del maestro que está á sus espaldas. Pero era la letra de su Jorge. «Bien de salud. No nos tratan mal. Envíame comestiblesPasaba largas horas contemplando estos renglones tímidos y mentirosos.

La nobleza y la santidad son dos cosas justamente contrarias. Los nobles fueron los más bravos; los santos, los más tímidos. Se diferencian nobleza y santidad en que la nobleza se transmite por herencia y la santidad no.

Acostumbrados á la obediencia, los Moxos tienen un carácter bondadoso, sociable, alegre, y mas que todo paciente; pero así como están siempre en disposicion de reír por la menor fruslería cuando se hallan entregados á mismos, de igual modo la servidumbre los ha hecho tímidos y taciturnos en presencia de los superiores.