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Cerráronsele los ojos de golpe; volvió á abrirlos y volvió á cerrarlos. Al cabo de algunos instantes torna á abrirlos é inmediatamente se le cierran. Esta vez ya no los abre. Los ruidos matinales que antes se escuchaban se habían ido trasformando poco á poco. Oíase ahora el andar acompasado de los transeuntes y los saludos que al pasar se dirigían.

No quiero que nadie me enseñe; yo aprenderé lo que mejor me parezca y me buscaré maestros; ni que nadie me cuide, que yo me cuidaré; ni que nadie me abra caminos, que yo me asociaré para abrirlos con quien se me antoje.

Basilio no tenía tiempo suficiente para abrirlos, acaso le detuviera tambien el pensamiento de que no es nada agradable recibir un insulto ó una provocacion y no tener medios de defenderse ó contestar. La censura, en efecto, permitía los insultos á los filipinos pero les prohibía á estos la réplica.

Vivía aún, estaba cierto de ello, pero su vida era anormal, extraña, una larga vida de sombra e inconsciencia, con ligeros intervalos de luz. Abría los ojos y era de noche. El ventanillo estaba negro y la llama del candil lo coloreaba todo de inquietas manchas rojas que danzaban agarradas a las sombras. Volvía a abrirlos cuando sólo consideraba transcurridos unos instantes, y era ya de día.

En otros tiempos, él y su viejo camarada, una vez encerrados, podían dormir a pierna suelta, sin miedo a que el cabildo les riñese. Pero Su Eminencia, que siempre estaba discurriendo el modo de molestar al prójimo, había colocado en lados distintos de la catedral unos relojitos traídos del extranjero, y había que ir cada media hora a abrirlos y marcar la presencia.

El primero produjo un gran desencanto: había dentro una porción de baratijas de las que se empleaban para regalar a los reyezuelos africanos. Los otros cofres costaron mucho trabajo abrirlos, y los encontramos llenos de monedas de oro y de joyas.

Dio, en fin, muestra de que en volvía la desmayada con un dolorosísimo suspiro; abrió los ojos, y como por acaso al abrirlos encontrase los ojos de Miguel en ella fijos, con un compasivo y tierno espanto, y sintiéndose en sus brazos, estremeciose, y esforzándose llegó a ponerse de pie, pero tan débil, que en el brazo de Cervantes hubo de apoyarse, quedando abatida y doblegada.

Al fin llegamos arriba, yo por milagro de Dios, siguiendo gateo a gateo los de don Sabas; pero muerto de cansancio y empapado en sudor. Reposa unos momentos me dijo el Cura allí ; pero con los ojos cerrados, ¡y cuidado con abrirlos hasta que yo lo mande! Más por necesidad que por obediencia, cumplí al pie de la letra el mandato de don Sabas.

La sentenciada dormía aún en su celda, ignorando lo que iba á ocurrir. Marcharon en fila por los corredores de la cárcel los encargados de despertarla, sombríos y tímidos, empujándose con su nerviosa precipitación. Se abrió una puerta. Bajo la luz reglamentaria estaba Freya en su lecho con los ojos cerrados. Al abrirlos y verse rodeada de hombres, su cara se dilató con un gesto de espanto.

Sujetose las sienes con las manos y estuvo largo rato con los ojos cerrados. Al abrirlos, percibió las mejillas húmedas. Algunas lágrimas se habían deslizado entre sus pestañas. Una melancolía profunda invadió su alma. ¿Por qué? ¿Todas aquellas maravillas no pregonaban la grandeza del Creador?