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La causa fue, que la achacaron que era larga en los razonamientos, no muy pura en los versos, y desmayada en la invencion. Tachas son estas, respondí yo, que pudieran hacer parecer mal á las del mesmo Plauto. Y mas, dixo él, que no pudieron juzgalla, porque no la dexaron acabar segun la gritaron.

La fuerza de los mozos que la detuvieron tirando de la cuerda impidió que hubiese aquel día un desastre y que la función acabase en tragedia. Don Paco, que venía por allí para visitar a sus amigas, al ver desmayada a doña Nicolasita, la levantó en sus brazos y se refugió en casa de ellas.

De buena gana Apolonio hubiera dado unos cuantos azotes a la vieja vestal, que así venía a turbarle y ponerle ante mismo en ridículo, obligándole a descomponer la majestad de la figura; corriendo azariento a entornar la puerta, porque los transeuntes no se percatasen del lance; trayendo un vaso de agua a través de las frívolas oficialas, que sonreían al verle en guisa de camarero: salpicando el rostro de la desmayada e intentando desabrocharle el corsé.

Aquella mirada desmayada y vidriosa, fija con expresión agradecida en el grupo de mujeres, acabó con la falsa serenidad de éstas, y estallaron los sollozos y las exclamaciones de desconsuelo. Era ridículo llorar la muerte de un caballo; señor, ellas Lo reconocían.

No hay joven poeta que no haya soñado alguna vez con enamorar a una monja y escalar las tapias de su convento en una noche de luna, tenerla entre sus brazos desmayada, bajarla por una escala de seda, montar con ella en brioso corcel y partir raudos como un relámpago al través de los campos, a gozar de su amor en lugar seguro.

Separó sus manos, que tenía cruzadas sobre el pecho y con gesto desmayado cayeron pesadamente sus brazos a lo largo del cuerpo... Su exclamación llena de un inexplicado temor y su desmayada actitud extrañaron mucho al inspector general.

-Digo que así lo otorgo -respondió don Quijote-, y así podéis, señora, desde hoy más, desechar la malenconía que os fatiga y hacer que cobre nuevos bríos y fuerzas vuestra desmayada esperanza; que, con el ayuda de Dios y la de mi brazo, vos os veréis presto restituida en vuestro reino y sentada en la silla de vuestro antiguo y grande estado, a pesar y a despecho de los follones que contradecirlo quisieren.

A pocas leguas del castillo de Arbogad, se encontró á orillas de un ríachuelo, lamentando siempre su suerte, y mirándose como el epilogo de las desdichas humanas. Vió un pescador acostado á la orilla, que con desmayada mano retenia apénas sus redes que iba á dexar escapar, y alzaba los ojos al cielo. Por cierto que yo soy el mas desdichado de todos los hombres, decia el pescador.

La tierra fungosa se descarnaba como los huesos de Job; sobre la sierra se dejaba arrastrar por el viento perezoso, la niebla lenta y desmayada, semejante a un penacho de pluma gris; y toda la campiña entumecida, desnuda, se extendía a lo lejos, inmóvil como el cadáver de un náufrago que chorrea el agua de las olas que le arrojaron a la orilla.

Pero he aquí que cuando ya la habían convencido y se disponían á alejarse de aquellos sitios llega un chico jadeante y le grita: ¡Demetria vive! ¡Acaban de sacarla de la mina! En efecto, Demetria, que sólo estaba desmayada, en cuanto la sacaron al aire y le rociaron las sienes con agua volvió á la vida. Se observó con estupor que no estaba magullada siquiera.