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Ejercitaron en este pueblo la crueldad hasta el estremo. Sacaron de la iglesia á un español, que se habia acogido al altar mayor con seis hijos varones, le arrastraron hasta su casa, le pusieron el cuchillo en las manos, precisándole con crueles azotes, á que fuese verdugo de su propia sangre, en presencia de la muger que se hallaba adelantada de su embarazo.

¿Pues qué queréis que hagamos con vos, señor asesino, á quien encontramos cebándoos en vuestra víctima y con el homicida arma aún en la mano? ¡La daga que había desnudado para defenderme y que me pierde! exclamó el desdichado. Amarradle y con él á la cárcel dijo el bribón del licenciado Sarmiento. Los alguaciles sacaron cuerdas de sus gregüescos y ataron codo con codo á Montiño.

Después de cenar en la borda, los tres hombres sacaron las muías y continuaron el viaje subiendo por el monte Larrun. Era la noche fría, comenzaba a nevar. En los caminos y sendas, llenos de lodo, se resbalaban los pies; a veces una mula entraba en un charco hasta el vientre y a fuerza de fuerzas se lograba sacarla del aprieto. Los animales llevaban mucho peso.

En el año 1814 cuando pasó el rey D. Fernando VII por Teruel, se sacaron del armario los dos esqueletos de los Amantes y los colocaron adornados en la sacristía de la Iglesia de S. Pedro donde fueron visitados por el rey y la grandeza de su comitiva, restituyéndolos después a su morada ordinaria.

Lo mismo fué ver el sobrino del arzobispo al arcediano Alvarez Córdoba, se fué para él y con mal talante le dirigió la palabra. Alzóse del suelo D. Alonso, y allí mismo comenzó un vivo diálogo, en el que se recordaron antiguos resentimientos, se sacaron á relucir actos por una y otra parte y empleándose palabras impropias del lugar y de las personas que las decían.

18 Y aquellos tres rompieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua del pozo de Belén, que está a la puerta, y tomaron y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino que la derramó al SE

Pero tenía un amigo periodista. Los periodistas son buenos, son sencillos, son amables. Y este periodista que, como es natural, tampoco tenía dinero publicó en su periódico un suelto en que demandaba la caridad para su amigo. Cuando salió el periódico, mucha gente leyó el suelto y no hizo caso; pero hubo tres hombres que sacaron un cuadernito pequeño y apuntaron las señas.

Y las mujeres salieron asimismo vestidas muy ricamente, con unas mantas y fajas, que ellos llaman chumbis, muy labradas de oro, y con los prendederos de oro muy fino, los cuales son unos alfileres largos de dos palmos que ellos llaman topos; y ansí mismo sacaron estas mujeres el servicio con que habian de servir y guisar de comer á sus maridos, como son ollas y cántaros pequeños, y platos y escudillas y vasos para beber, todo de oro fino.

Se sacaron a relucir muchas obras de misericordia que en efecto había hecho. Se bordó la sencilla historia de su muerte con mil pormenores que tocaban en lo maravilloso.

Cerró los ojos y durante un momento no vio más que tinieblas surcadas por siniestros relámpagos. De pronto, pasos que sonaban en las calles del jardín la sacaron de su aturdimiento; miró al exterior y reconoció con terror indescriptible al marqués que, atravesando aquél, se dirigió al taller de Fabrice.