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Aquella noche, hacia las dos de la madrugada, comenzó a nevar; al despuntar el día hubo necesidad de ponerse en movimiento y de darle de firme a las suelas. Los alemanes habían abandonado Grand-Fontaine, Framont y Schirmeck. Lejos, muy lejos, en las llanuras de Alsacia, se veían unos puntos negros, que eran sus batallones en retirada.

Entre estas dudas y las consiguientes inquietudes, llegó la noche cerrada, a poco más de las cuatro, con una tercia de nieve sobre el valle y un nevar espeso y continuo que ya me iba alarmando mucho, porque suponía a don Sabas en camino y pensaba en los peligros que podía correr.

Le apenaba, primeramente, por , que volvería a hallar eternas las horas, Dios sabía por cuánto tiempo, entre los paredones de la casa; porque las nevadas que venían de repente como aquélla, y a traición, lo mismo podían ser pasajeras que durables; y en segundo lugar, ¿para qué había de ocultármelo? el mucho frío le calaba más «jondo» de lo que él pensaba con los buenos ánimos que tenía para resistirle... Pero «el hueso, el pícaro hueso envejecido como el suyo, era tierra pura, ¡tierra pura y mala que se reblandecía y desborregaba en cuanto le faltaban las lumbraducas de sol!». Otra cosa: todos los años se sacaba la nieve en los puertos su correspondiente ración de carne viva; y siempre que vio nevar por primera vez en cada invierno, se preguntó a mismo: ¿a qué infeliz le tocará este año la suerte?

Un ratito después, calló la campana y llegaron dos hombres con sendos brazados de velas y de cirios que mandaba el Cura, por delante. Venían enjutos de tobillos arriba, pero muy espelurciados y «ardiéndoles» las narices y las orejas; porque, según declararon, aunque había cesado de nevar, continuaba soplando el cierzo, más frío que la misma nieve.

Se conocía el punto de partida de Pepazos detrás de sus yeguas, y cierta querencia que éstas y otras del lugar tenían a determinados sitios de los altos; y una vez colocados los exploradores sobre aquel terreno, ni siquiera pusieron en duda la dirección que habían tomado las unas huyendo y el otro persiguiéndolas para «atajarlas». Por un palmo de nieve más o menos, no dejaba Pepazos de volver a su casa, por alejado que estuviese de ella y por muy negra que fuera la noche; y el no haber vuelto era señal de que cuando cayó en la cuenta de que estaba nevando de firme y pensó en volverse, el espesor de la nieve no bajaba ya de media vara, lo cual no podía haber ocurrido, según dictamen de los que habían visto «el aire de nevar» aquella noche, antes de las ocho y media o las nueve.

Había cesado de nevar, pero estaba el cielo encapotado, «de color de panza de burra». Yo había visto nevadas en Madrid y en París y en San Petersburgo,... muchas nevadas, pero siempre en terreno llano y entre calles: es decir, una alfombra de lienzo algo sucio sobre la vía pública, y mantas de vellones blancos tendidas en los tejados de enfrente; nevadas, en fin, de teatro, sin la más remota semejanza con lo que estaba viendo desde la solana de mi tío.

Después de cenar en la borda, los tres hombres sacaron las muías y continuaron el viaje subiendo por el monte Larrun. Era la noche fría, comenzaba a nevar. En los caminos y sendas, llenos de lodo, se resbalaban los pies; a veces una mula entraba en un charco hasta el vientre y a fuerza de fuerzas se lograba sacarla del aprieto. Los animales llevaban mucho peso.

No solamente había cesado de nevar, sino que también se hallaba el viento encalmado; y, por una venturosa casualidad, por un rasgón abierto en la espesura de los negros celajes asomaba la luna llena, derramando su luz pálida sobre el blanco tapiz del valle y los más altos picos del brocal de montes que le aprisionan.

Quiero nieve, dijo el hombre rico. Entonces empezó a nevar. Llegó el mes de abril. Ahora quiero lluvia, dijo el hombre rico. Entonces empezó a llover. Muy bien, dijo el hombre, pero ahora quiero un tiempo caluroso. Entonces 35 hacía sol y el hombre estaba satisfecho con sus viñas y con el tiempo. Así el hombre hacía el tiempo todo el verano. Llovía cuando quería y hacía sol cuando quería.