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A lo menos respondió el huésped , es de las mejores y más abundantes que hay en ella; mas otra cosa nos falta ahora, que es buscar quien vaya por agua al río; que también se me fué otro mozo que con un asno que tengo famoso me tenía rebosando las tinajas, y hecha un lago de agua la casa; y una de las causas porque los mozos de muías se huelgan de traer sus amos a mi posada es por la abundancia de agua que hallan siempre en ella; porque no llevan su ganado al río, sino dentro de casa beben las cabalgaduras en grandes barreños.

Se incorporaron a las partidas insignificantes que corrían la Mancha, y pasaron después a Valencia y Cataluña, ganosos de empresas más importantes para a causa de Dios y el rey que robar muías e imponer contribuciones a los ricos. Gabriel encontró un encanto brutal a aquella existencia errante, siempre en continua alarma, esperando la proximidad de la tropa.

Trotaban, arrastrando los pesados armatostes, las docenas de muías gordas y lustrosas salidas de las cuadras de los molinos, con los rabos encintados, las cabezas adornadas con vistosas borlas y entre las orejas tiesos y ondulantes penachos.

Después de cenar en la borda, los tres hombres sacaron las muías y continuaron el viaje subiendo por el monte Larrun. Era la noche fría, comenzaba a nevar. En los caminos y sendas, llenos de lodo, se resbalaban los pies; a veces una mula entraba en un charco hasta el vientre y a fuerza de fuerzas se lograba sacarla del aprieto. Los animales llevaban mucho peso.

Y todos estos carromatos, legados de la piedad jocosa de pasadas generaciones, eran admirados por el gentío, que, con un entusiasmo puramente meridional, se regocijaba pensando en la fiesta de la tarde, cuando las muías empenachadas se emparejasen en la aguda lanza y los carromatos conmoviesen las calles con sordo rodar, exuberantes las plataformas de arremangados mocetones disparando una lluvia de confites sobre el gentío.

Había comprendido aquella coincidencia extraña que le dio clara idea de su situación. Al entrar en la venta vio, iluminados por la rojiza llama del hogar y las amarillentas luces de un velón, los arrieros y mozos de muías que descansaban en torno de la lumbre, jugando con barajas abarquilladas y sebosas, apurando vasos de vino.

En torno del pilar charlan las mozas que vienen por agua, cada cual con su cantarillo, y suelen hacer el papel de Rebecas con cuantos arrieros Eliezeres acuden allí para que beban, si no sus camellos, sus muías y sus borricos.