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El Duque mandó soltar todos los prisioneros y volverles lo que les habían tomado, y envió con su secretario Monreal al jeque, siete esclavos negros que se habían huído de sus amos para venir á ser cristianos. Paresció mal á todos, porque cuando quisieran complacer al jeque y á sus dueños, pudieran pagárselos.

Los que dan dos reales a un hombre por el trabajo de todo un día continuó el revolucionario pagan hasta cincuenta mil reales por un caballo de fama. Yo he visto las gañanías y he visto muchas cuadras de Jerez, donde guardan esas bestias que no son de utilidad, y sólo sirven para halagar el orgullo de sus amos.

Por más que hice no pude asistir al acto, y me es, por tanto desconocido lo que en él pasó; pero es fácil presumir que habría todas las ternezas imaginables por una y otra parte. Cuando Malespina salió del cuarto, estaba más pálido que un difunto. Despidiose a toda prisa de mis amos, que le abrazaron con el mayor cariño, y se fue.

Los kaiserlicks son los amos... Han matado a Zimmer esta noche... Hexe-Baizel, ¿está arriba? respondió Brenn ; está haciendo cartuchos. Todavía pueden servir dijo Marcos . Tened mucho cuidado, y si alguno sube, hacedle fuego.

Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que, en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase.

Pues Ronzal, aunque se llama conservador y quiere la unidad católica y otros principios que contiene nuestra política, no es buen cristiano, no lo es como se necesita que lo sea el marido de una Carraspique. Aquel calor con que defendía los intereses espirituales de la familia, les llegaba al alma a los amos de la casa. Ronzal fue desahuciado. El Magistral habló todavía de otros asuntos.

¿Y conoces al Romeo? preguntó al fin el conde. ¡Ya lo creo! respondió el aya sin mirarle. ¡Y también! ¿Por qué no me has llamado la atención hasta ahora? Ni una palabra ha salido de tus labios. Los criados no deben mezclarse en los asuntos de los amos. ¡Ya pareció la gotita de hiel! exclamó levantándose de nuevo y paseando por la estancia.

De otras menudencias que la escrupulosidad del narrador no permite que pasen en silencio Constaba esta vivienda, como la de muchos otros ricos hacendados de Andalucía, de dos casas contiguas, en comunicación: la de los amos y la que se llama siempre casa de campo, aunque esté en el centro de la población.

¿Pero a qué vienen esos lloriqueos?... Almudenilla, si yo te quiero... Amos, no me des disgustos. Ora ti, casa tuya, ver galán bunito, jacer cariños él. ¿Yo? ¡Estás fresco! ¡, , para él estaba! ¿Pero qué te has creído? ¡Valiente caso hago yo de esa estantigua! Tiene más años que la Cuesta de la Vega: es pariente de mi señora, y por encargo de esta se le recogió para llevarle a casa.

Dos horas después volvió á salir, y se sentó en el banco de piedra, entre el grupo de los parroquianos, para oír otra vez al maestro mientras llegaba la hora del mercado. Los amos acababan de prestarle el piquillo que le faltaba para la compra del rocín.