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Además, podría tener todos los defectos que quisieran sus enemigos, pero nadie le conoció jamás sombra de inclinación hacia el sexo débil. Despreciaba a las mujeres positivamente: creía que ninguna era capaz de decir ni hacer cosa con sentido común. En su carácter viril parecía haber encarnado el espíritu romano, que negaba a la mujer facultad para regirse nunca por misma.

No obstante, concluyó por ceder a los ruegos de ambas. ¡Era tan natural que no quisieran separarse! Pueden ustedes tener independencia. Yo me encargo de ello. Hay una sala grande, la sala amarilla... ya sabes, Cecilia... Tiene una alcoba espaciosa... Sólo falta el despacho para Gonzalo; pero ya he pensado en eso.

Igualmente habían desaparecido otros jugadores célebres, como si no quisieran autorizar con su presencia esta fortuna absurda. Los únicos contrincantes serios eran unos ingleses residentes en Beaulieu, que tenían abajo sus automóviles.

Y había que oír con qué ligero tono de desprecio marcaba aquello de ideólogo y lo de sabiduría adquirida en los libros y lo de vivir fuera de la realidad. Muy bien; así, así, le decían los compañeros de comisión, moviendo sus cabezas peinadas, lustrosas e indignadas contra todos los seres que quisieran vivir fuera de la realidad. Había que cantarles las verdades a los ideólogos.

Pues para ser enemigo de la libertad de la imprenta, <i>El Diario Mercantil</i> no se muerde la lengua. ¡Pero qué bien le contesta hoy <i>El Conciso</i>! Le dice que <i>los matacandelas de toda luz de la razón, no quisieran que alumbrase al mundo más luz que la de las hogueras inquisitoriales.</i>

El mundo rebosa de gentes que sufren con todo triunfo ajeno y quisieran ir por él con una pica derribando cuanto les sobresale: y de gentes parasitarias que se ríen de todo lo que no comprenden. Pero... desprecio para ellos los envidiosos y desdeñosos de oficio, ¡lástima de sus humanas envolturas tan vilmente rebajadas!

Pero en aquel momento el matutero se volvió repentinamente y blandiendo un cuchillo se lo clavó en el pecho hasta el mango. El guarda quedó muerto en el acto. El suceso puso en conmoción á la villa, y aunque algunas personas caritativas quisieran impedirlo, la noticia llegó pronto á la familia. Corrió la infeliz esposa al lugar del crimen.

Y por este trabajo, y el cuidado que debería tener con todo lo perteneciente a la factoría y sus aumentos, se le deberían señalar dos por ciento de sus utilidades. A ningún indio ni español, empleados o no empleados en los pueblos, se le debería permitir indios ni indias en su servicio sin pagarles sus jornales; pero pagándoles, y siendo voluntarios, que pudieran tener todos los que quisieran.

Leganés, si quisieran representarte en una ciudad teórica, a semejanza de las que antaño trazaban filósofos, santos y estampistas, para expresar un plan moral o religioso, no, no habría arquitectos ni fisiólogos que se atrevieran a marcar con segura mano tus hospitalarias paredes. «Hay muchos cuerdos que son locos razonables». Esta sentencia es de Rufete.

Algo le estorbaba su cargo de alcalde para este traslado; pero convino con sus compañeros de municipio en venir todos los días, o por lo menos con mucha frecuencia. El trayecto se recorría en carruaje en menos de media hora. No obstante, don Rosendo dejó abierta la casa de Sarrió para que Gonzalo y él pudiesen comer y dormir allí siempre que quisieran.