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Pues no os saldrá, porque hay un Dios en el cielo... y porque estoy yo además sobre la tierra, que os he de dar todavía alguna guerra... ¡Vaya si os la daré!... ¡Ya veréis de lo que es capaz una pobre mujer!... No os reiréis, no... Ya veréis cómo me arreglo para echar una gotita de hiel en vuestro plato de crema, para que no os relamáis, ¡puercos!... Concluyó por sentirse mal.

Carta de Demetria. Llegó el invierno. La Peña-Mayor al norte la Peña-Mea al sur envolvieron su cabeza en toca de nubes para no dejarla ver si no tal cual día señalado. Y comenzó la lluvia suave, pertinaz y fertilizante que debía trasformar el valle en ameno vergel allá en la primavera. Ni una teja, ni una rama de árbol, ni una brizna de yerba sin su gotita de agua.

¡Cuidado! exclamó Francisca; el ron es un perfume de coraceros... No me importa aseguró la Roubinet, mi estómago le recibe muy bien. El mío no dijo dulcemente la Sarcicourt. El médico me prohíbe los licores fuertes... Una gotita de leche, Magdalena, si usted gusta. Cada cual tuvo al fin lo que deseaba, y la conversación se volvió a animar.

Si viniera el médico la aplacaría dándole esos pinchacitos que llaman yeciones... ¿sabe?, una gotita de morfina». Sin duda por esta frecuencia de los accesos veíalos Severiana con relativa calma, como los que se acostumbran a los prodigios del dolor humano en las clínicas.

Y cuenta la gente piadosa que, todavía a principios de este siglo, se realizaba en la mencionada efigie un singular milagro. Todos los años, el 8 de Septiembre, día de la Natividad de la Virgen Nuestra Señora, una gotita de color rojo, a modo de sangre, manaba de la herida. No ha de extrañarse que el prodigio no se realice hoy, porque no merecen verle los que de fe carecen.

Y apretaba más. ¡Más! volvía a decir. Seguía apretando mientras en sus ojos chispeaba una sonrisa maliciosa. ¡Más! ¡más! Basta decía ella levantándose. ¿Lo ves? ¡ya te hice sangre! ¡Qué atrocidad, ni que fuese un perro! E inclinándose de nuevo, chupaba con afán voluptuoso la gotita de sangre que saltaba en el brazo. Ambos sonreían con pasión reprimida.

Los demás se mostraron igualmente alegres por la reconciliación y les felicitaron; pero Antonio no dejó de verter su gotita de hiel en la alegría de Velázquez. ¡Así me gustan los hombres! exclamó dándole palmaditas en el hombro. Una mujer como Soleá merece que nos echemos la fachenda á la espalda.

Los médicos se apoderan de la muñeca que les tiende el vizconde, un poco pálido, y, a fuerza de apretársela, hacen salir una gotita de sangre de la herida. El duelo ha terminado, caballeros, puesto que uno de los adversarios se encuentra en condiciones de inferioridad.

Cuando esté medio frito se extrae el palito de canela, se incorpora una onza de mantequilla y un huevo, se revuelve bien y se vierte en una fuente plana, dejándolo enfriar. Se coge una cucharada grande de la composición y se reboza en pan rallado; luego en huevo batido, con una gotita de aceite; después se vuelve a rebozar ese en pan, y se fríen en manteca bien caliente.

¿Y conoces al Romeo? preguntó al fin el conde. ¡Ya lo creo! respondió el aya sin mirarle. ¡Y también! ¿Por qué no me has llamado la atención hasta ahora? Ni una palabra ha salido de tus labios. Los criados no deben mezclarse en los asuntos de los amos. ¡Ya pareció la gotita de hiel! exclamó levantándose de nuevo y paseando por la estancia.