United States or Yemen ? Vote for the TOP Country of the Week !


Vió a la joven sentada en una silla en el fondo de su cuarto; ya estaba levantada y vestida, a pesar de la hora tan insólita. Tenía, pues, que saber lo que había pasado. Mathys se acercó a la joven, la miró con los ojos hechos ascuas y exclamó, apretándole las muñecas hasta deshacérselas: Ten cuidado, dime la verdad, porque si me engañaras, sería capaz de todo... ¿Dónde está el aya?

¿No me ha hecho en toda ocasión elogios exagerados de la nueva aya? ¿No me habéis pintado a vuestra amiga como una mujer buena, atenta y amable? ¿No llegasteis hasta hacerme creer vos misma que estaba agradecida a mi amistad y me tenía algún afecto? ¿Y no es así, señor? Callaos, Catalina; el aya es orgullosa, mal educada y colérica.

El aya dió un salto hacia atrás dando un grito, y Mathys salió de la pieza echándose a reír. La viuda se dejó caer en una silla y se puso a llorar de vergüenza y de dolor. De cuando en cuando alzaba los ojos al cielo. No le dejaron tiempo, sin embargo, de aliviar el corazón.

La gratitud es un noble sentimiento murmuró el aya, la cual, previendo que Mathys trataría de justificarse, ponía toda su atención en discernir de sus palabras la verdad y la mentira. Margarita me engañaba, sin embargo prosiguió el intendente . Tenía un fin secreto, y quería poseer su fortuna después de su muerte. El mejor medio de conseguirlo, era el casamiento, según ella.

No es una de esas niña recosía, ¿sabuté?, que se lo guardan toíto pal ombligo. A señorita le baila el arma en los oho, ¿sabuté? Más clara que el agua clara y más fina que el oro... Tiene un geniesiyo como un cohete. Le da una gofetá al mezmo arzobispo en presona si se descuida..., pero en pasándole el aquel, es más durse que una corderita de Dios... Consentir ella un embuste, ¡quita ayá!

Desde lejos hizo un llamado premioso al aya. Esta, sorprendida por aquellos ademanes insólitos, se levantó y le dijo a la señorita: Elena, quédate aquí en el banco, Catalina tiene algo importante que decirme, finge que no la has visto. Está bien, mi buena Marta respondió la joven , no me moveré de aquí.

Por lo que le había dicho Catalina, sabía que el aya acogería su proposición con una alegría, si no ruidosa, por lo menos sincera. Sin embargo, su tono familiar y el giro atrevido de sus frases habían asustado a Marta, y, aunque hubiese conservado en sus labios una sonrisa fingida, había en su mirada algo de severo que detuvo a Mathys imponiéndole ser más respetuoso y reservado.

¿Qué queréis que os diga? balbuceó Marta casi dominada por la angustia . ¿Qué deseáis que os responda? Una sola palabra: un «» quedo y breve, Marta. Marta, ¿me amáis? El aya bajó silenciosamente la cabeza; su frente y sus mejillas se cubrieron de un vivo sonrojo. Sufría atrozmente y luchaba con desesperación contra la vergüenza que le causaba y le oprimía el corazón.

Señora dijo el aya cuya atención se había despertado al oír estas últimas palabras , desearía ir hasta la casa de Catalina, la mujer del guardabosque. Eso me consolaría un poco en medio de mi desgracia.

Y sin esperar respuesta, volvió a gritar desde la ventana: ¡Mademoiselle!... Traiga usted aquí a la niña... A poco entraba Monina seguida del aya, y corrió a echarse en el regazo de su abuela, mirando a Jacobo con esa media sonrisa de los niños mimados, acariciados por todo el mundo, que parece decir al extraño: ¿Pero no me dice usted que soy muy bonito?...