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Ignoro si en su error ha obrado, como causa, una mala inteligencia, o la astucia de seres malignos que esperan sacar ventaja de estas cosas; lo que puedo asegurar a usted, y lo aseguro porque lo , es que ha sido usted atrozmente engañada, hija mía, y espero que no insistirá en ello después de lo que acabo de manifestar».

Cuando salimos yo me tapé perfectamente porque la criada había traído uno para y otro para ella... Pepito nos siguió a descubierto. Llovía atrozmente... y yo en vez de ofrecerle el paraguas y taparme con el de la criada, le dejé ir mojándose hasta casa... Pero no fue por gusto mío, Lola... por Dios, no lo creas... fue que me daba vergüenza...

Y si el alma humana en las situaciones de gran tribulación se ve siempre sacudida por ráfagas de inexplicable alegría, que más bien parecen protesta aislada de algún nervio rebelde contra el dolor, en Isidora había un motivo para que aquellas ráfagas de alegría fueran algo más duraderas y eficaces, porque la prisión, con ser tan odiosa, había venido a librarla de otra esclavitud atrozmente repulsiva.

Cuando salimos yo me tapé perfectamente porque la criada había traído uno para y otro para ella... Pepito nos siguió al descubierto... llovía atrozmente... y yo en vez de ofrecerle el paraguas y taparme con el de la criada, le dejé ir mojándose hasta casa... Pero no fue por gusto mío, Lola... por Dios, no lo creas... fue que me daba vergüenza...

Se ocupa largamente de Rafael Pombo, el famoso autor del canto de Edda, que dio la vuelta a América, y que mereció entre la avalancha de contestaciones, una hermosísima de Carlos Guido y Spano, «Pombo según el Sr. Cané es feo, atrozmente feo. Una cabecita pequeña, boca gruesa, bigote y perilla rubia, ojos saltones y miopes, tras unas enormes gafas... Feo, muy feo.

Aquí a don Juan se le alegra la mirada de un modo apenas perceptible, y rueda por sus labios una sonrisa. Prosigue don Quintín: En seguida, o poco después, vino lo del casorio con Martínez que, según mis noticias, es un animalote ordinario que se chifló atrozmente por ella. Don Juan se pone muy serio y escucha con mayor interés.

Pero ese sentimiento de dolor se convierte en indignacion al recordar que muchos de los pretendidos presidiarios no fueron sino leales patriotas, atrozmente perseguidos por sus opiniones liberales y condenados á la infamia y la muerte de los trabajos forzados sin fórmula de juicio ó inocentes de todo delito. Fernando VII hizo, pues, del canal de Castilla un inmenso é inmundo cadalso.

¡Fernandito es un imbécil! continuó Currita muy afligida. Butrón movió de arriba abajo la cabeza en señal de profundo asentimiento. Le ha engañado Martínez... Me ha comprometido atrozmente... Es horrible, horrible... ¡Infame, Butrón, infame! ¡Habla bajo! exclamaba el diplomático, sobresaltado . Sosiégate, hija mía, sosiégate... y cuenta para todo conmigo... Para todo, ¿lo oyes?... para todo...

De un lado el pesado champan, barca toldada de palmas secas, de 20 á 50 metros de longitud y dos ó tres de anchura especie de choza flotante, y montado por multitud de bogas que gritan atrozmente y parecen una legion de salvajes del desierto; ó bien la miserable ramada indígena, expuesta á la cólera de los vientos, las invasiones de los reptiles y las fieras, ó los chubascos de las tempestades de invierno, con un menaje tan extravagante como pobre, y abrigando familias de salvaje fisonomía, fruto del cruzamiento de dos ó tres razas diferentes, y para las cuales el cristianismo es una mezcla informe de impiedad é idolatría, la ley un embrollo incomprensible, la civilizacion una niebla espesa, y lo porvenir como lo presente y lo pasado se confunden en una igual situacion de sopor, indolencia y brutalidad!

¿Qué queréis que os diga? balbuceó Marta casi dominada por la angustia . ¿Qué deseáis que os responda? Una sola palabra: un «» quedo y breve, Marta. Marta, ¿me amáis? El aya bajó silenciosamente la cabeza; su frente y sus mejillas se cubrieron de un vivo sonrojo. Sufría atrozmente y luchaba con desesperación contra la vergüenza que le causaba y le oprimía el corazón.