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El hambre luchaba en él con la sed; pero temiendo a ésta mucho más, arrojaba a un rincón aquellos alimentos cargados de sal, como si fuesen veneno. Deliraba con el delirio de los náufragos atenaceados por el recuerdo del agua en medio de las olas amargas.

Temblorosa ante aquella rápida sucesión de episodios, la cantante pasaba del temor á la esperanza y de éste á la desesperación con una rapidez capaz de agotar todas las energías. Sin embargo, luchaba todavía, y rígida, con su traje blanco, ninguno de los que la miraban hubiera podido sospechar la espantosa tempestad que se desencadenaba en el corazón de aquella desgraciada.

Villamelón, que luchaba siempre en la mesa entre sus ganas de hablar y sus ganas de comer, prosiguió con alguna impaciencia. La francesita esa..., esa... ¿Cómo se llama? ¡Señor, por días pierdo la memoria!... , Gorito, ¿sabes?... ¿Cómo se llama, hombre?... La de las camelias.

«Seamos fuertes se decía entonces, si no te costase esto un sacrificio, ¿dónde estaría el mérito del acto que vas a cumplirArrojaba de con energía esas añoranzas y luchaba valientemente con esos enternecimientos retrospectivos.

Resuelto a que su amistad «con aquel ángel hermoso» no acabase de mala manera, en una aventura de grosero materialismo llena de remordimientos y dejos repugnantes; seguro de que aquella mujer ponía en aquel lazo piadoso toda la sinceridad de un alma pura, y que degradarla, caso de que se pudiera, sería hacerle perder su mayor encanto; el Magistral que vivía ya nada más de esta refinada pasión que según él no tenía nombre, luchaba con tentaciones formidables, y sólo conseguía contrarrestar las rebeliones súbitas y furiosas de la carne con armisticios vergonzosos que le parecían una especie de infidelidad.

Don Juan luchaba en vano con el recuerdo de la Dorotea, no podía dominarle, no podía recusarle... y del recuerdo doloroso de la Dorotea pasaba al misterio de su madre... Don Juan estaba muy de mal humor. Y cuando se hallaba en uno de sus momentos más tétricos se abrió la puerta, y uno de los pajes dijo: Señor, la duquesa de Gandía.

Después... ¡ya soy arzobispo!, ¡ya soy cardenal!, ¡ya no puedo llegar a más! ¿Y qué? La felicidad siempre marcha delante de nosotros, como la nube de luz que guiaba a los israelitas. La vemos, casi la tocamos, pero no se deja coger. Me siento ahora más infeliz que en la época en que luchaba por ser algo y me creía el más desgraciado de los hombres.

Pero Montiño estaba prevenido; el involuntario poder de fascinación de la comedianta, luchaba con el amor intenso, voluntarioso, tenaz, que Montiño sentía por doña Clara, y el joven vaciló un momento, pero se rehizo y se mantuvo firme, como un buen justador después de un tremendo bote de lanza recibido en el escudo.

Disparaba la honda con habilidad extraordinaria y mataba a pedradas los aviones que pasaban volando; montaba bien a caballo; guiaba como pocos un carro de guerra; sabía de memoria los mejores versos turdetanos y los componía también muy regulares; con un garrote en la poderosa diestra era un hombre tremendo; con las mujeres era más dulce que una arropía y más sin hiel que una paloma; corría como un gamo; luchaba a brazo partido como los osos, y poseía otra multitud de prendas que le hacían recomendable.

Los hombres, pálidos y de mal humor; los niños, abandonados y llorosos; los criados, atravesando con angulosos pasos la cámara, para llevar a los pacientes , café y otros remedios imaginarios, mientras que el buque, rey y señor de las aguas, sin cuidarse de los males que ocasionaba, luchaba a brazo partido con las olas, dominándolas cuando le oponían resistencia, y persiguiéndolas de cerca cuando cedían.