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Padecia Córdoba una gran peste, de la cual moria innumerable gente: el obispo D. Pascual, fiel á su ministerio de pastor, previniendo con su vigilancia y celo todos los remedios corporales y espirituales para librar á su grey del tremendo contagio, habia mandado que se implorase la clemencia divina con contínuas rogativas, y no cesaba de clamar á María Santísima para que su pueblo esperimentase el saludable efecto de su maternal intercesion.

En efecto; la capa del señorito de Santa Cruz tiene un siete tremendo, y debajo de ella asoma la americana con los ribetes deshilachados, corbata mugrienta, y el cuello de la camisa de dos semanas... Entonces ella se deja caer sobre él, y le dice con efusión cariñosa: «Alma mía, yo trabajaré para ti; yo tengo costumbre, no; planchar, repasar, servir... no tienes que trabajar... yo para ti... Con que me sirvas para ir a entregar, basta... no más.

Los dos amantes se encontraban en la villa el día de la tragedia; y los gritos, del mismo Príncipe Zakunine, junto con la detonación del arma, hicieron acudir a los sirvientes despavoridos, a cuyos ojos apareció un tremendo espectáculo: la Condesa yacía exánime al pie de la cama, la sien derecha perforada por un proyectil, y un revólver cerca de su mano.

La espía agitaba la cabeza al escuchar sus propios actos, apreciando por primera vez toda su enormidad, reconociendo la justicia del tremendo castigo. Pero al mismo tiempo confiaba en un bondadoso perdón á cambio de todo lo que había revelado, en una misericordia galante... por ser ella. Al sonar la palabra fatal, dió un grito, pálida, con una palidez de ceniza, y se apoyó en su abogado.

De repente, cuando más descuidada estaba la familia, dejó oír un rumor amenazante. Allí dentro iba a pasar algo tremendo. Pero tanta fanfarronería de ásperas ruedas se redujo a dar la hora. Sonaron once golpes de cencerro. Doña Laura se levantó y las niñas dejaron la costura. La criada tomó el dinero de la compra. Isidora desapareció, mientras Emilia guardaba la máquina.

A buena parte viene... Usted no puede desempeñar ningún destino, porque no sabe leer. Recibió Izquierdo tan tremendo golpe en su vanidad, que no supo qué contestar. Tomando una actitud noble, puesta la mano en el pecho, repuso: «Señora, eso de no saber no es todo lo verídico... digo que no es todo lo verídico... verbi gracia: que es mentira. A cuenta que nos moteja porque semos probes.

Tremendo es el elefante enfurecido, y por manso que sea en sus prisiones, siempre le llega, cuando calienta el sol mucho en abril, o cuando se cansa de su cadena, su hora de furor.

Pero lo más singular de aquel singularísimo hombre era su vestido, a la manera de los de Carnaval, consistente en pantalones a la turquesca, atacados a la rodilla, jubón amarillo y capa corta encarnada o herreruelo, calzas negras, sombrero de plumas como el de los alguaciles de la plaza de toros y en el cinto un tremendo chafarote, que iba golpeando en el suelo, y hacía con el ruido de las pisadas un compás triple, cual si el personaje anduviese con tres pies.

A menudo, ni la ley puede castigarlos por este crimen, porque una fiebre o un delirio, que también se llama carnerada, se apodera de ellos, les quita la responsabilidad y el juicio y los impulsa a correr frenéticos por las calles y a chocar con el primero que más a propósito se les antoja, dándole a veces tan tremendo golpe en el pecho, que le causa la muerte.

Al oír este tremendo estrépito, el toro se paró, alzó la cabeza y pareció preguntar con sus encendidos ojos si todas aquellas provocaciones se dirigían a él, a él, fuerte atleta que hasta allí había sido generoso y hecho merced al hombre, tan pequeño y débil enemigo; reconoció el terreno y volvió precipitadamente la amenazadora cabeza a uno y otro lado.