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Por acá no se gasta otru en lo más del añu me respondió saltando con la agilidad de un bailarín por encima de un jaral que le cortaba la línea recta que iba siguiendo . ¡Y probes de nos con otra cosa más blanda en los pies pa trotear por estos suelus! Desconcertado y pedregoso era a más no poder el que íbamos dejando atrás, y no le prometía más placentero la muestra del que teníamos delante.

Sus amenazas sólo pesaban sobre los ricos. No les tengo mieo a los siviles continuó el bandido . A quien temo es a los probes. Toos son güenos; pero ¡qué cosa tan fea es la miseria! Yo que no me matarán los del tricornio: no tién balas pa . Si alguien me mata, será algún probe. Les deja uno asercarse sin mieo, porque son del brazo de uno, y entonses se aprovechan del descuío.

Y le mostró a una gitana vieja, la tía Alcaparrona, que acababa de retirar del fuego un potaje de garbanzos husmeado vorazmente por tres chicuelos, hermanos de Alcaparrón y una moza delgaducha, pálida y de grandes ojos, que era su prima Mari-Cruz. ¿Conque su mercé es ese don Fernando tan nombrao? dijo la vieja. Pues que Dios le mucha fortuna y mucha vida pa que sea el pare de los probes.

No se hizo este regalo, nuestra ama, pa la boca de los probes. Ni sabemos gustarlo, ni sabemos estimarlo. Pero ya no nos moriremos sin probar cómo sabe el vino de los ricos.

¡Salud, compañeros! dijo el de Trebujena al pasar ante la puerta del cortijo, arreando su borriquillo. Qué tiempo para los probes, ¿eh, Zarandilla?... Entonces fue cuando Rafael reconoció al acompañante de Manolo, viendo su rostro exangüe de asceta, su barba rala y los ojos dulces y mortecinos tras unas gafas azuladas. ¡Don Fernando! exclamó con asombro. ¡Pero si es don Fernando!...

Y miraban con simpatía casi amorosa a los soldados que pasaban por la calle. ¡Mardito seáis ustedes, señoritos! rugían las míseras hembras en su desesperación. Quiera Dios que algún día mandemos los probes...

El güen camino está cerrao a los probes. El español no sabe qué haser. No queda ya aónde ir. Lo que había en er mundo por repartirse se lo han apropiao los ingleses y otros extranjis. La puerta está cerrá, y los hombres de corazón tenemos que pudrirnos dentro de este corral, oyendo malas palabras porque no nos conformamos con nuestra suerte.

Sólo quiere ir con los señoritos ricos, y las gentes del barrio y toos los probes de Seviya que eran sus amigos y le ayudaron cuando empezó se quejan de él, y el mejor día le van a armar una bronca en la plaza por desagradesío. Aquí entra el dinero a espuertas y no es fácil contarlo. Ni él mismo sabe nunca lo que tiene; pero yo lo veo too.

La señá Eufrasia, cuarentona de incansable verbosidad, hablaba con aire protector de sus compañeros de viaje. Los compatriotas, «los de la tierra», le inspiraban lástima. ¡Probes! Tenemos aquí gentes de mucha necesiá, don Isidro. Hay que ver cómo van esas mujeres y cómo llevan a sus críos... Nosotros, aunque me esté mal el decirlo, no vamos a las Américas por hambre.

Na, señora marquesa: una injustisia; una desgrasia de esas que caen sobre nosotros los probes. Yo era de los más listos de mi pueblo, y los trabajaores me tomaban siempre por pregonero cuando había que pedir algo a los ricos. leé y escribí; de muchacho fui sacristán, y me sacaron el mote de Plumitas porque andaba tras de las gallinas arrancándolas plumas del rabo pa mis escrituras.