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Era para acobardar hasta al propio Roger de Flor de que hablaba su cuñado. ¡Mardita sea!... ¡Vamos, hombre decía Gallardo , que ni por too el oro der mundo torearía uno en Seviya, si no fuese por el aquel de dar gusto a los paisanos y que no digan los sinvergüenzas que tengo mieo a los públicos de la tierra!

Yo soy «gallardista», ¿sabe usté?... Yo le he aplaudió más veses que usté pué figurarse. Le he visto en Seviya, en Jaén, en Córdoba... en muchos sitios. Gallardo se asombró de esto. Pero ¿cómo podía él, que llevaba a sus talones un verdadero ejército de perseguidores, asistir tranquilamente a las corridas de toros?... El Plumitas sonrió con expresión de superioridad. ¡Bah! Yo voy aonde quiero.

Juan anda chalao tras ella; está tonto; que ha hecho mil bajesas pa que ella, acordándose de que es una señorona, no le eche a la calle, avergonzada de tené relaciones con un torero... Ahora se ha ido. ¿No lo sabía usté? Se ha ido porque se aburría en Seviya. Yo tengo gentes que me lo cuentan too.

Era este un espectáculo que había sido objeto de ensayos, y del que se mostraban orgullosos los «macarenos». Los buenos mozos del barrio, agarrados a ambos lados del «paso», lo sostenían, siguiendo su violento vaivén, al mismo tiempo que gritaban, enardecidos por este alarde de fuerza y habilidad: ¡Que venga a ve esto toa Seviya!... ¡Esto es lo güeno! ¡Esto sólo lo hacen los «macarenos»!...

Yevaba usté sinco mil duros. ¿No es así? Iga la verdá. Ya ve que estaba bien enterao... Otra ves le vi en un animal de esos que yaman otomóviles, con otro señó de Seviya que creo es su apoderao. Iba usté a firmar la escritura del Olivar del Cura, y yevaba una porrá de dinero aún más grande.

¡En mi casa! gemía con expresión de asombro . ¡En el cortijo!... ¡Y eya se acostó en mi cama!... Yo lo sabía too, y cayaba, ¡cayaba!... ¡Pero esto! ¡Josú! ¡Esto, que no hay en toa Seviya un hombre que se atreva a tanto!... El Nacional intervino bondadosamente. Calma, señora Carmen. ¡Si aquello no tenía importancia!

El bandido se encogió como si fuese a saltar bajo esta caricia ruda e irreverente y su diestra levantó el rifle. Pero los azules ojillos, fijándose en el picador, parecieron reconocerle. eres Potaje, si no me engaño. Te he visto picá en Seviya en la otra feria. ¡Camará, qué caías! ¡Qué bruto eres!... ¡Ni que fueras de jierro durse!

¡Josú! ¡Y qué reguapa va a salí nuestra morena! decían las vecinas hablando de la Virgen . El señó Juan corre con todo. Va a rabiá media Seviya. El espada, cuando le preguntaban acerca de esto, sonreía modestamente. El había tenido siempre mucha devoción a la Macarena.

¡Es que no sabes lo que es esa mujer! , Sebastián, eres un infeliz que no conoses lo que es güeno. ¿Ves juntas toas las mujeres de Seviya? Pues na. ¿Ves las de toos los pueblos donde hemos estao? Na tampoco. No hay mas que doña Zol. Cuando se conose una señora como esa, no quean ganas pa más... ¡Si la conosieses como yo, gachó!

Pero temeroso de cometer una falta si no daba las gracias a aquel señor, abrumó con palabras dulzonas a Salvatierra, mientras éste miraba al aperador, no sabiendo adonde iba a parar. Si, gachó continuó Rafael. Ya tienes empleo. El señó te hará verdugo de Seviya o de Jerez: lo que escojas. El gitano dio un salto, mostrando su cómica indignación con un desbordamiento de palabras.