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La vida ruda de las Carolinas, aquella existencia de nocturnas aventuras que separaba al padre de la hija, haciendo familiar en la casa el riesgo de la muerte, había embotado los sentimientos filiales de la muchacha. Tantas veces había visto al padre herido y próximo a morir, que el disgusto doméstico de su fuga lo apreciaba como un incidente de escasa importancia.

Pero no entiendes de esto, bestia de mi alma. ¿Verdad que no me comprendes? El torero sonrió, mostrando sus dientes sanos y fuertes, de luminosa blancura. Ella, como atraída por su ruda ignorancia, aumentó el contacto de los cuerpos, dejando caer la cabeza sobre uno de sus hombros y estremeciéndose con el cosquilleo de la respiración de Gallardo en los músculos de su cuello.

El más fuerte impedimento es el mal ejemplo de los cristianos viejos, gente ruda como los indios; no entiende otro lenguaje mejor que el del ejemplo, y de la vida de los fieles infiere las calidades de nuestra Santa , y muchas veces les echan en la cara los Misioneros que son demasiado duros con ellos en no permitirlos el uso de muchas mujeres, cuando ven que los europeos tienen á su gusto cuantas se les antoja; y por más que se les procura responder, nunca se les dice tanto que baste á aquietarlos.

Al amanecer del día siguiente, tuvo Genoveva Sal la ruda sepultura que podía darle Campo Rodrigo; después, cuando su cuerpo hubo sido devuelto al seno del monte, celebrose una reunión formal en el campamento para discutir lo que debería hacerse con su hijo, recayendo el acuerdo unánime y entusiasta de adoptarlo.

Al principio parecía como si no alcanzara a darle un sentido comprensible. Es verdad prosiguió, soy un punto de apoyo bien débil, ¿verdad? un razonador que cansa, un amigo, quizás, inútil... Luego se veía que buscaba solución menos ruda.

Su seno, con el signo de ignominia que en él lucía, puede decirse que era el regazo donde podía reposar en calma la cabeza del infortunado. Era una hermana de la caridad, ordenada por misma, ó mejor dicho, ordenada por la ruda mano del mundo, cuando ni éste, ni ella, podían prever semejante resultado. La letra escarlata fué el símbolo de su vocación.

Entonces el teniente de artillería don José Manuel Martínez Ruda le interrumpió: Perdone el alférez. Nada de pulido encuentro; y lejos de eso, desde que desvalijan una casa contra la voluntad de su dueño, digo que proceden rudamente. ¡Bien!

De estas despedidas volvía don Marcelo á su casa vibrante y con los nervios fatigados, como el que acaba de presenciar un espectáculo de ruda emoción. A pesar de su carácter tenaz, que se resistía siempre á reconocer el propio error, el viejo empezó á sentir vergüenza por sus dudas anteriores. La nación vivía, Francia era un gran pueblo; las apariencias le habían engañado como á otros muchos.

Su temperatura es poco variable, casi siempre la misma, ni muy fría ni muy caliente. ¡Qué terrible diferencia entre una vida tan cómoda y la que nos es dado gozar á nosotros, habitantes de la tierra! A cada paso que damos encontramos alguna aspereza, algún obstáculo. La ruda tierra nos pone piedras al paso, nos fatiga, nos aniquila, obligándonos á subir, á bajar y á volver á subir sus cuestas.

¡El que toque al perro, toca á su dueño! respondió el hombre con una expresión tan amenazadora, que Bobart se estuvo quieto. Al hablar así se había levantado y Herminia no encontró ni un solo rasgo de su marido bajo los cabellos grises y enmarañados y la ruda barba de aquél hombre. Y, sin embargo, era él. ¡Esto es una infamia! exclamó la señorita Guichard; ¡mi perro muerto! Era verdad.