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Actualizado: 4 de septiembre de 2024
-Si no fue Roldán más gentilhombre que vuestra merced ha dicho -replicó el cura-, no fue maravilla que la señora Angélica la Bella le desdeñase y dejase por la gala, brío y donaire que debía de tener el morillo barbiponiente a quien ella se entregó; y anduvo discreta de adamar antes la blandura de Medoro que la aspereza de Roldán.
Pues ello es necesario que se os ocurra, señora mía insistió el rey con un tanto de aspereza ; preciso... yo no contaba con encontrar á nadie, porque el papel que me han dejado decía... ¡Ah! ¡el papel que han dejado á vuestra majestad...! ¡Qué! ¿no os he contado...? Vuestra majestad me ha dicho... Que no sabía nada acerca de estos pasadizos, y eso es muy cierto.
El niño penetraba en su interior todos los días para coger el huevo que una gallina misteriosa ponía sobre los cojines de bronceado guadamacil. A los diez años de edad Ramiro parecía tocado de Dios. Su madre le veía internarse, como un predestinado, en la aspereza y el recogimiento.
Su habitual seriedad se convirtió en aspereza de carácter, el desabrimiento se hizo luego tiesura, y en poco tiempo experimentó una transformación, tanto más fácil de apreciar, cuanto más inesperada y rápida.
Tratábala con afabilidad, hasta con mimo, lo mismo que a un niño enfermo, queriendo persuadirla a que no había perdido nada de su afecto. Mas esta amabilidad era tan humillante para ella, veíase detrás un hombre tan satisfecho, tan alegre de su culpabilidad, que la joven la rechazaba con aspereza: no lograba, por muchos esfuerzos que hacía, aparecer sensible a tal generosidad.
Porque no se vió de nosotros Príncipe desamparado por malo y cruel que fuese, y quisimos más sufrir su vigor y aspereza, que entregarnos á nuevo señor. No fué preferido el segundo al primogénito. Siempre seguimos el órden que el cielo, y naturaleza dispuso, ni se alteró por particular aborrecimiento ó aficion, con no haber apenas Reino donde no se hayan visto estos trueques y mudanzas.
Y si es prueba, ¿quién te da permiso para poner á prueba su bondad? ¿Por qué, si lo grave y áspero de un deber, como es el del matrimonio, puede mezclarse y combinarse con lícitos contentos que aligeren la cruz y con satisfacciones y gustos que suavicen la aspereza del camino, quieres tú sólo para tu hija la aspereza del camino y la pesadumbre de la cruz, y no también la permitida dulzura?
Hablando con los hombres era frío, de pocas y secas palabras; pero esta frialdad y aspereza subían de punto al tratar con las mujeres: para ellas sólo tenía en los labios acritud y en el pensamiento recelo. Su juventud y la vida libre del clero en aquellas tierras, hacían resaltar más esta antipatía a la mujer.
Aquella aspereza matrimonial de que se hizo mención más arriba se fue poco a poco suavizando. Ni era Bringas intolerante en un grado superlativo, y aunque lo fuese, sabía sacrificar a la paz conyugal alguna parte de sus dogmas económicos.
Por esto determinaron de mostrarse, y, al movimiento que hicieron de ponerse en pie, la hermosa moza alzó la cabeza, y, apartándose los cabellos de delante de los ojos con entrambas manos, miró los que el ruido hacían; y apenas los hubo visto, cuando se levantó en pie, y, sin aguardar a calzarse ni a recoger los cabellos, asió con mucha presteza un bulto, como de ropa, que junto a sí tenía, y quiso ponerse en huida, llena de turbación y sobresalto; mas no hubo dado seis pasos cuando, no pudiendo sufrir los delicados pies la aspereza de las piedras, dio consigo en el suelo.
Palabra del Dia
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