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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Este diminutivo en los labios de su prometida hacía daño a Tristán. Había estado muchas veces a punto de decírselo; pero sólo ahora a impulsos del desabrimiento que experimentaba se arrojó a hacerlo. ¿Por qué le llamas Nanín? le dijo con aspereza en voz baja. Llámale marqués o Fernando, pues que no es tu pariente ni tu amigo íntimo.
Salióle al encuentro, y trabó el combate en la cumbre y faldas de una montaña de mucha aspereza y dificil subida, á distancia de media legua de la ciudad, donde no bastó el valor con que atacaron al enemigo para conseguir ventaja conocida, y volviendo á salir á su encuentro la mañana del dia siguiente, ya le hallaron mejorado de situacion; pero sin embargo pelearon largo rato sin fruto alguno.
Pues así y todo... yo me entiendo... Repuesto de su turbación, el sacerdote dijo entonces con aspereza: Ruego a usted que no vuelva a decir esas cosas, ni que las piense... Se lo prohíbo... Advierta usted que se trata de dos sacerdotes añadió después de una pausa, dulcificando la voz.
El hombre de mar metido entre las cuatro tablas de un vaporcito ribereño, es como el milano de las regiones australes, que se le encerrara en un jaulón de gallinas. ¡Capitán! ¿cómo se llama ese aparato de pesca? le dije señalándole una balsa que se veía en la orilla. No sé me contestó con marcada aspereza.
El mar estaba agitadísimo, y al surcar las encrespadas y menudas ondas del Mediterráneo, veia con indefinible encanto el admirable panorama de Marsella, iluminado por un sol magnífico y encuadrado entre un cerco de montañas de una aspereza melancólica, pero de un efecto superior sobre el fondo azul del cielo.
Siguió adelante, y en el principal dió con una inquilina muy mal pagadora, pero de muchísimo corazón para afrontar á la fiera, y así que le vió llegar, juzgando por el cáriz que venía más enfurruñado que nunca, salió al encuentro de su aspereza con estas arrogantes expresiones: «Oiga usté, á mi no me venga con apreturas. Ya sabe que no lo hay.
Y de nuevo trató de abrazarle la infeliz. Doña Rebeca la separó del caballero con aspereza, diciéndole: ¡Qué padre ni qué ocho cuartos! El de Luzmela abrió entonces los ojos inmensamente, con tal expresión desesperada y colérica, que la señora echó a correr, mientras la niña, vacilante, caía de rodillas, suplicando: ¡Dios mío, Dios mío!
La dejé desahogarse, como solía hacer en estos casos, y a los pocos momentos ella misma volvió sobre sí, sin costarme palabra alguna, aplacando su enojo y suavizando bastante la aspereza de sus conceptos. Cuando, al fin, le dije: Hay que considerar que es tu madre, y con una madre no hay humillación posible.
Por último, dijo así con aspereza, remedando el hablar francote y brutal de la gente del bronce: «Chicáaaa..., no me beses más, que no soy santo. A casa» dijo la Sanguijuelera, saltando sobre el cáñamo. Aquel día añadió Encarnación a su olla algo extraordinario. Comieron en la trastienda, que más bien era pasillo por donde la tienda se comunicaba con un patio.
El hombre paga sus locuras o sus debilidades... En tercer lugar, la aspereza creciente de la famosa lucha por la vida exalta los sentimientos egoístas en el hombre. «Tengo bastante para mí se dice, pero no para tres o cuatro, si tengo hijos...» Esta tendencia, por otra parte, no es reciente; Michelet hablaba de ella en su libro sobre la mujer.
Palabra del Dia
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