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Actualizado: 23 de mayo de 2025
En un santiamén recogió los naipes, y el capellán bajó, algo confuso de su espionaje involuntario, pero tan preocupado con lo que creía haber sorprendido, que ni se le ocurrió censurar el ejercicio de la hechicería. La bruja, empleando el tono humilde y servil de siempre, se apresuró a explicarle que aquello era mero pasatiempo, «por se reír un poco». Volvió Julián a su cuarto agitadísimo.
Como la casa era tan espaciosa que a no ser por su sencilla rustiquez y carencia de adornos arquitectónicos, pudiera pasar por palacio, don Andrés, refugiado en sus habitaciones del piso principal, se sustraía al bullicio, y, según he indicado ya, estaba tranquilo. Enciéndase, con todo, que esta tranquilidad no era mental, sino corpórea. Mentalmente el cacique estaba agitadísimo.
Pasé agitadísimo la mañana. Me puse un traje apropiado al caso, ligero, claro y holgado.
El mar estaba agitadísimo, y al surcar las encrespadas y menudas ondas del Mediterráneo, veia con indefinible encanto el admirable panorama de Marsella, iluminado por un sol magnífico y encuadrado entre un cerco de montañas de una aspereza melancólica, pero de un efecto superior sobre el fondo azul del cielo.
Aquella noche, según contó después Ramón, el padre no había podido dormir: había estado agitadísimo. Ramón le había sentido andar a grandes pasos por el cuarto. Había acudido de puntillas para que no se enojase de que le espiara, y le había visto escribir. Después había vuelto a notar que andaba en el cuarto.
Por ti se siente Urbási capaz de los mayores sacrificios. Por seguirte lo abandonaría todo, e imitando a Savitri fiel consorte de Satyavat, acosaría sin temor a Yama, dios de la muerte, para sacarte de entre sus manos, como tú la sacaste a ella, y estrecharte luego apasionadamente en sus hermosos brazos. Al oír a Narada, el corazón de Morsamor latía y saltaba agitadísimo por júbilo inefable.
Frasquito, que estaba agitadísimo después de la reyerta con su suegro, experimentó la necesidad de bailar, quizá para aturdirse, y bailaba con Isabel. El señor Rafael trincaba con el maestro carpintero en un rincón, mientras en otro, una joven casada, cuyo marido no estaba allí, contaba sus desazones domésticas y pedía consejo á Paca la de la Parra.
Palabra del Dia
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