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Las noches que faltaba este socorro extraordinario, Maltrana, con la cabeza entre las manos, fingiendo leer una revista extranjera, seguía con mirada ansiosa las idas y venidas de don Cristóbal, el propietario del periódico, un buen señor francote y paternal, sin otras preocupaciones que su diario, la revolución que no llegaba nunca y el deseo de que reconociesen todos sus sacrificios por «la idea».

Otras veces nos íbamos á echar cometas al Molino de Viento, ó á chichonar grilleras á los prados de Viñas, según las estaciones del año, ó á saltar las huertas de San José, que á todo hacíamos, como jóvenes que éramos.... Yo, sobre todo, con este genio tan francote y acomodado que Dios me dió, gozaba con todo mi corazón. Tenía dos amigos en la calle de San Francisco que parecían nacidos para .

Ha habido que renunciar a las prácticas del catolicismo español antiguo, sano, francote y serio: un catolicismo como si dijéramos de panllevar, para atraer a la gente, dándole cantos bonitos en lengua común.

Por último, dijo así con aspereza, remedando el hablar francote y brutal de la gente del bronce: «Chicáaaa..., no me beses más, que no soy santo. A casa» dijo la Sanguijuelera, saltando sobre el cáñamo. Aquel día añadió Encarnación a su olla algo extraordinario. Comieron en la trastienda, que más bien era pasillo por donde la tienda se comunicaba con un patio.

Como el marinero que me acompañaba era francote y alegre, el viaje fue todo lo agradable que yo podía esperar, dada la situación de mi espíritu, aún abatido por la muerte de Marcial y por las últimas escenas de que fui testigo a bordo. Por el camino íbamos departiendo sobre el combate y los naufragios que le sucedieron.

Concluída la requisa, entraba tranquilamente en el sagrado recinto, y como era así tan locuaz y francote, tenía su círculo que le festejaba; mas, ocurría a veces con él lo que con aquella gata doncella de la fábula, que, en viendo un ratón, le corría detrás, olvidando su nuevo papel y su alto rango: alguien pasaba junto al grupo, en que don Raimundo peroraba con su grandilocuencia de costumbre, veíale el orador y allí mismo se dejaba su discurso y su público, para correr en pos del otro y echarle el guante sin más trámite.

Un día en que estaban los tres comiendo a mi mesa, mi cocinera estuvo inspirada. Don Ambrosio, que era francote a pesar de su vanidad, se entusiasmó con todos los platos que se sirvieron, y singularmente con un chaud-froid de ortolans, que en realidad fue una obra maestra. Mas ¡oh, desgracia!, la niña del Sr. Benítez comió muy poco de todo.

María de la Paz, en su afán de decirlo todo, expuso, con su lucidez acostumbrada, que aquel caballerito había estado en el camino de la perdición á causa de las malas compañías; pero añadió que ellas le protegían, y esperaban lograr traerlo al buen camino. ¿De dónde eres, muchacho? dijo el padre, que era muy brusco, muy francote, y trataba de á todo el mundo. De Ateca, en Aragón.

Lleno de angustia registré mis bolsillos.... ¡Nada! El ganadero comprendió lo que me pasaba, y desprendido, francote como era, veracruzano al fin, pagó por la anciana y por , antes de que dijésemos una palabra.