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Pero nos sorprende que el autor de este drama no haya realzado el interés de una fábula tan nueva, envolviendo en el misterio desde luego la verdadera personalidad del falso Don Sebastián. Temió, acaso, si lo hiciera, mostrar algunas dudas acerca de la legitimidad de los títulos de Felipe II al trono de España. Luis de Benavente. El conde de Villamediana. Juan de Zavaleta.

Este bosquejo de la fábula manifiesta cuánta animación y cuánta exuberancia de vida reina en esta comedia, no siendo menos brillante la poesía que la exorna.

Avisos de Pellicer, 4 de junio 1641. «El dia del Corpus se vió en Madrid grande gala y bizarría... á la tarde representaron los autos, uno del Doctor Mira de Amescua, Prior de Guadix, de la ronda y visita de la cárcel, en alegoría: fué cosa grande, representóle la Rosa: otro de Luis Velez de Guevara, moralizada la fábula de Icaro, no tan bueno; hizole la Gongora y Velasco con la otra mitad de la compañía de la Rosa; otro fué de Don Francisco de Roxas, que no pareció bien, fué el Sotillo de Madrid á lo divino; representole Jusepe y la Negrilla con la mitad de la compañía de la Viuda; el quarto fué el Sanson del mismo Roxas, razonable, que hicieron Iñigo y la primera dama que es Jusepa, con lo restante de la compañía de la Viuda; las galas fueron muchas, los gigantes vestidos de nuevo y la tarasca de buen gusto, con unos caballeros que lidiaban un toro

La fábula y el orden de las escenas, casi en todo, concuerdan, sin duda, con las de Calderón; pero el diálogo, los versos y la dicción dramática son enteramente diversas, y del estilo, más sencillo, de Lope.

Pero si me propongo examinar la justicia y la utilidad de aquellas conquistas, entónces será preciso cortar el vuelo á la imaginacion, amortiguar los sentimientos de admiracion y entusiasmo; será preciso olvidar al jóven monarca rodeado de sus falanges, y descollando entre sus guerreros como el Júpiter de la fábula entre el cortejo de los dioses; será necesario no pensar mas que en los eternos principios de la razon, y en los intereses de la humanidad.

Otro tanto sucede cuando los personajes, que se encuentran en la escena, han de andar hacia adelante en la fantasía de los espectadores sin moverse en realidad del lugar que ocupan, que llama su atención, y que principalmente descuella en la fábula de la comedia, en cuyo caso se descorre una cortina del fondo ó de los costados para mostrarlo. Hay de esto numerosos ejemplos.

Drama parecido á ópera, de argumento muy variado y lleno de portentos, cánticos y danzas. La parte poética no es muy importante. El laurel de Apolo. Según las mismas palabras de Calderón, No es comedia, sino sólo Una fábula pequeña, En que, á imitación de Italia, Se canta y se representa.

En El príncipe villano observamos una fábula novelesca, ya común y conocida, por lo menos, en cuanto al modo de presentarla en el teatro, muy vulgar en España, no siendo preciso atormentar mucho la imaginación para imprimirle algunas modificaciones y llevarla á la escena.

I de la protección dada á los judíos por este monarca nació la fábula indecente de los amores que le atribuyen con una hermosa hebrea, llamada Raquel, los cuales fueron el escándalo de España.

La sola fecha de las cartas bastó para tranquilizarle por completo, y este fiel amigo tomó entonces a su cargo acortar las distancias y echar a la mar pelillos, repitiendo al oído de uno y otro cónyuge la frase del pato de la fábula: Paz, caballeros, paz.