United States or Chad ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pues chica, no pienses en salir de Madrid agregó la tarasca cogiéndola por un brazo, atrayéndola a y sentándola sobre sus rodillas . Hija de mi vida, ¿a quién quiero yo? A ti nada más. Lo que yo te diga es por tu bien. Déjate llevar; cásate, y si hay trampa, que la haya. Lo que debe pasar, pasa... Deja correr y haz caso de , que te he tomado cariño y soy mismamente como tu madre.

El pastor y la pastora le decían que pasara y ella contestaba que muchas gracias... Y por fin ayer se volvieron las tornas, porque Mauricia se enfureció, y acometiendo a doña Malvina le llenó la cara de arañazos... D. Horacio llama a los de Orden Público, y la tarasca se mete en la capilla, rompe el púlpito, vuelca el tintero, hace pedazos todos los libros, arma una barricada con las sillas, y coge la copa en que ellos comulgan, y... la profana del modo más indecente.

Ahora caigo en la cuenta que cuando leo las oraciones en latín, que no entiendo jota, no me duelen los ojos ni la cabeza. Así habló doña Basilisa. Añadió: ¿Y la otra, la Juana, su mujer? Me parecía algo, vaya, algo así... una tarasca. Tarasquísima afirmó el dominico ; pero está totalmente domesticada.

El Arcediano y don Custodio prosiguió hicieron anoche comidilla de la confesata en la tertulia de doña Visitación, esa tarasca; señor, comidilla de la confesata de la otra; y si había durado dos horas o no había durado dos horas.... El Magistral se santiguó y dijo: ¿Ya murmuran? ¡Infames!

Aletargada profundamente, Mauricia hizo lo que no había podido hacer despierta, y prosiguió la acción interrumpida por una puerta bien cerrada. Faltó el hecho real, pero no la realidad del mismo en la voluntad. Entró, pues, la tarasca en la iglesia y allí pudo andar sin tropiezo, porque la lámpara del altar daba luz bastante para ver el camino.

La infeliz tarasca viciosa, con estos cuidados y las ternezas de doña Guillermina, y más aún, con la proximidad de la muerte, estaba que parecía otra, curada de sus maldades y arrepentida en toda la extensión de la palabra, diciendo que se quería morir lo más católicamente posible, y pidiendo perdón a todos con unos ayes y una religiosidad tan fervientes que partían el corazón. «Te digo que si esto es verdad, habrá que alquilar balcones para verla morir.

De cada veinte se puede afirmar que una, a lo más, y no es mucho, suele encomendarse al diablo para que la vista y la peine, por donde aparece en los Jardines hecha una tarasca; pero las otras diez y nueve van como Dios manda; unas de mantilla, otras de sombrero, y no pocas son muy guapas, sea como sea lo que lleven.

¡Ay, qué bribona! ¡Chismosas! ¡Pegotona, aceitera! ¡Hambronas! ¡Tramposas, más que tramposas! ¡Aldeana! ¡Tarasca! ¡Golosas! ¡Relambidas! Ta... ta... ta... tab... tabernera! logró decir la tartamuda, después de un esfuerzo desesperado. ¡Tar... tar... tartajosa! la contestó, remedándola, la otra.

El pueblo llama á estas figuras Los Hijos del Vecino ó Las Mamelinas. Me han hablado también de otra máquina semejante, que se pasea por las calles y se llama La Tarasca. Este nombre, según se dice, proviene de un bosque que existía antiguamente en la Provenza, en el lugar en donde yace Tarascón ó Beaucaire, frente al Ródano.

En un rincón estaba la Tarasca, espantable monstruo de cartón que abría sus fauces asustando a Gabriel, mientras sobre su lomo rugoso giraba locamente una muñeca desmelenada e impúdica, que la religiosidad de otros siglos había bautizado con el nombre de Ana Bolena. Cuando Gabriel fue a la escuela, todos se asombraron de sus progresos.