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Actualizado: 15 de mayo de 2025
La infeliz tarasca viciosa, con estos cuidados y las ternezas de doña Guillermina, y más aún, con la proximidad de la muerte, estaba que parecía otra, curada de sus maldades y arrepentida en toda la extensión de la palabra, diciendo que se quería morir lo más católicamente posible, y pidiendo perdón a todos con unos ayes y una religiosidad tan fervientes que partían el corazón. «Te digo que si esto es verdad, habrá que alquilar balcones para verla morir.
Por las noches, Barriobero traducía para Jorro o para Calleja; despachaba un volumen «católicamente» mutilado en un par de sesiones, y con las pesetas que esta labor de negro le producía, nos íbamos a comer arroz, condimentado por sus manos largas, frías y pulidas de cardenal galante, a un ventorro de los Cuatro Caminos.
Poldy tomó una resolución extrema, pero, en su caso, bastante justificada. Hizo correr la voz de que había muerto, se casó católicamente con el judío converso, y cambiando, o mejor dicho traduciendo su nombre, se vino a vivir con él a los Estados Unidos. Isidoro se trajo todo el dinero que tenía y no pequeña parte de los preciosos chirimbolos, joyas y antiguallas de su bazar.
Unas señoras ricas que iban a explicar la Doctrina a una iglesia cercana habían sentido simpatía por aquella muchacha tan guapa y apuesta, mostrando empeño en casarla católicamente. La vieja habló con ellas, alegando el obstáculo insuperable de la pobreza. Al novio le hicieron un traje completo, con capa de rico paño, y a la novia la pusieron hermosa como una Virgen.
En el colegio, y aún después, Ramona, educada católicamente, hubo de tener confesores, hubo de tratar con sacerdotes. ¿Cómo no halló uno menos indiferente y frío de entrañas, menos despegado y duro para ella que el padre Zubulzu?
Palabra del Dia
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