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El señor se permitía tener novia, como si fuese un hombre capaz de mantenerla. ¡Y qué novia, Santo Dios! No había mas que oir á los parroquianos cuando parloteaban ante su mesa.

Observé que mi novia procuraba, por cuantos medios podía, demostrar a Daniel el mayor desprecio, como si tuviese contra él algún grave motivo de odio. Yo era tan feliz, que compadecía sinceramente a mi enemigo y hallaba la conducta de ella demasiado cruel. Nos sentamos, al fin, sobre el césped, no lejos de Isabel y Villa, que charlaban animadamente. Hubo un rato de silencio.

Si ha de decirse verdad, Maxi inspiraba aquel día a su novia un sentimiento de cariño dulce y sosegado, con su poquillo de lástima. Y él procuraba dar a la conversación tono familiar, hablando del tiempo o recomendando a la joven que tuviese cuidado de no olvidar alguna importante prenda de ropa.

A Huberto no le gustaba mucho ver en su novia esa tendencia a dramatizar los hechos, a transformarse, súbitamente y sin pena, en enfermera. ¡Qué diablos! hay que ser razonable; no sería divertido si, una vez casados, tuvieran que suspender el curso ordinario de su existencia porque había algún enfermo en la familia; no deseaba este exceso de sensibilidad en la futura señora Martholl.

Don Diego llega á ver este retrato en poder de su novia, excitando en él celos rabiosos.

Sin deseos imposibles que le royeran las entrañas, sin amores tormentosos ni amistades molestas, disfrutando de la tranquilidad del hogar, del cariño de la familia y de los puros goces de la ciencia, deslizábanse sus días serenos y dichosos. A las amigas de su madre les sorprendía tanta formalidad. ¿No tenía novia Raimundo? ¿No le gustaban siquiera las muchachas?

Y el pobre aperador casi rompió a llorar, herido por la injusticia de su novia. ¡Tratarle así!... ¡después de la prueba a que le había sometido el ebrio impudor de la Marquesita y que él callaba por respeto a María de la Luz!... Se excusaba hablando de su condición.

¿Puedo estar seguro de que obraremos sólo por favorecer a esa comunidad, sin ninguna otra mira bastarda? No se ofenda Vd., señora; yo soy así. No nos anima más deseo que el de contribuir al engrandecimiento de una institución piadosa. Usted la conocerá y juzgará luego. Pues delo Vd. por pensado: acepto. ¿Quiere Vd. que yo le facilite ocasión de hablar a la novia de su hermano?

Además, se me vino de pronto a la imaginación que su actitud de ahora contrastaba con la que había tomado cuando supo o presumió que yo había venido a Sevilla y entraba en su casa por el amor de su hija, según ésta me había dicho. Por otra parte, la seriedad de mi novia, tan impropia de la ocasión, no anunciaba nada bueno.

Ese no podía asombrarse de nada desde que había aceptado las estupendas condiciones matrimoniales que le impuso la novia, y veía pagado el timo que pensó dar en aquella casa, con otro tan morrocotudo que le había dado a él la difunta marquesa.