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7 La conquista de Cuenca y primera dedicación de la Virgen del Sagrario, de D. Pedro Rosete. 8 La hechicera del cielo, de Antonio de Nanclares. 9 La razón hace dichosos, de tres ingenios. 10 Amar sin ver, de D. Antonio Martínez. 11 La Margarita preciosa, de Zavaleta, Cáncer y Calderón. 12 El más heróico silencio, de D. Antonio Cardona. 1 Los españoles en Chile, de D. Francisco González de Bustos.

Nada, nada, señores, ya lo oyen ustedes dijo el Provisor en voz alta, para que se enterasen todos los presentes y no le aburrieran más en las oficinas del gobierno civil dicen que se resolverán los expedientes uno a uno, porque no hay criterio general aplicable, es decir, que no se resolverán nunca los expedientes dichosos....

Por mucho que me injuries no lograrás que deje de recordarte siempre con cariño.... Algún día cuando ya me hayas olvidado por completo, todavía tu imagen y los dichosos momentos que hemos pasado juntos estarán grabados en mi corazón.... Pero ahora conviene formalizarse añadió cambiando de tono . Concluyamos de un modo digno, Raimundo.... Me vas a hacer el favor de tomar un coche, ir a tu casa y traer todas las cartas que te he dirigido para que las quememos.

Si te conformas con eso, hoy, mañana, cuando quieras, cuando cambie tu suerte, o en cualquier tiempo, que yo a todo me avengo y no busco riquezas ni lujos, y sólo vivo para amarte, dame tu nombre, seré tu esposa, y viviremos felices. ¿No es cierto, mi Rorró, que basta muy poco para que dos que se aman como nosotros sean dichosos?

No dudo que este casamiento nos hará dichosos a todos, tanto por las bellas cualidades del marido como por ser vecino nuestro y ser probable que siempre estemos juntos; sus propiedades están repartidas entre la Borgoña y el Lyonesado; es muy posible que esto salga bien.

Por las mañanas la veo distribuyendo el alimento a sus pájaros, demasiado dichosos, porque les da de comer una mano tan linda; la veo regar sus rosas, menos rosadas que sus mejillas, y sus claveles, que no tienen la fragancia de su aliento, y aquellos breves instantes bastan para llenar mis días de ilusiones y mis noches de ensueños.

No, madre mía, no dijo don Juan. Si no hubiera sido torpe... no nos hubiéramos visto. Si mi tío fingido hubiera estado en palacio, no nos hubiéramos conocido. Y si no nos hubiéramos conocido, no seríamos tan dichosos, tan completa, tan inmensamente dichosos.

Ahora sigue todo este aparato una infinita tropa de carros largos, llenos de comida y vestidos de mujeres y de hombres, que es la guardarropa de la Fortuna; y con ir tantos como la siguen desnudos y hambrientos, no les da un bocado que coman ni un trapo con que se cubran, y aunque los repartiera con ellos, no les vinieran bien, que están hechos solamente a medida de los dichosos.

Amenazaban, rugían; pero los dichosos, sumidos en dulce sueño, no podían oír sus amenazas y sus rugidos.

Más valía entregarse a la esperanza consoladora de que todo saldría a medida de mis deseos, pensar en las gracias de mi hermoso dueño, recrearse rumiando los dichosos instantes que a su lado había pasado, y cuando llegase a la capital de Andalucía, ya veríamos lo que se había de hacer.