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Actualizado: 12 de julio de 2025
Mientras se conserva un soplo de vida se quieren conservar los frágiles vestigios de los días dichosos, de los goces que se han disfrutado y aquellos a que no se ha renunciado todavía... Nadie quiere sacrificar el pasado ni el porvenir.
Aun me odiaría más si supiera que los días más dichosos de mi vida son los que he pasado lejos de ella al lado de mi Germana y si yo le dijese que mi corazón está lleno de amor hasta los bordes, como esas copas que una gota más haría desbordar. Déjeme que la despida con buenas palabras. ¿Por qué no he de ir a abrirle mi corazón y a mostrarle que ya no queda sitio para ella?
La caída del zarismo fué una esperanza para este magnate que odiaba al gobierno imperial. «Con la República se acelerará el fin de la guerra y volveremos al buen orden.» Su egoísmo le hacia concebir una República preocupada, ante todo, de devolver sus riquezas á los seres dichosos por su nacimiento.
Y fue detrás de él, porque siempre que los dos amigos se encerraban, hacía ella los imposibles por oír lo que decían, poniendo su orejita rosada en el resquicio de la mal cerrada puerta. Jacinto esperó en el gabinete, y su tocaya entró a anunciarle. «Pero qué, ¿ha venido ya ese pelagatos?». Sí... resalao... aquí estoy. Pasa, danzante... ¡Dichosos los ojos... El amigote entró.
Llegado noviembre, abandoné, pues, Villanueva sin haber penetrado en la intimidad del «feliz matrimonio», que así resolvimos designar el doctor y yo a los dichosos castellanos de Trembles. La ausencia causa efectos singulares. Lo comprobé durante aquel primer año de alejamiento que me separó del señor Bray sin que el más leve motivo directo pareciese evocar en uno el recuerdo del otro.
¡Ah! sí, muy dichosos los que todavía no han roto los velos de la encantación, y sueñan de noche, y también de día, en que son las nubes copos de algodón. ¡Dichosas las manos de los pequeñuelos que aun aroma el óleo de la tradición, y dejan zapatos como barquichuelos en espera de algo, sobre algún balcón...!
Después que don Quijote hubo bien satisfecho su estómago, tomó un puño de bellotas en la mano, y, mirándolas atentamente, soltó la voz a semejantes razones: -Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío.
Toda esta inmensa y heterogénea turba se levanta por la mañana, entumecida y macilenta, y al sentir el ruido cercano de los coches que circulan por las calles opulentas, recuerda que es en medio de su bullicio donde puede encontrar las limosnas y los desperdicios de la sociedad, ó la fácil explotación del orgullo, de los vicios ó la credulidad de los que se tienen por dichosos.
Doña Blanca, antes de las seis, apareció en la calle con Clarita y don Valentín. Iban á misa á la Iglesia Mayor. Apenas los vió salir D. Fadrique, se acercó muy determinado, y saludando cortésmente con sombrero en mano, dijo: Beso á V. los pies, mi señora Doña Blanca. Dichosos los ojos que logran ver á V. y á su familia. Buenos días, amigo D. Valentín. Clarita, buenos días.
Es posible que esto sea verdad. Y cuánto no daría yo porque no quedasen más que recuerdos de esta débil demarcación que el azar del nacimiento ha trazado entre algunas familias y la gran familia humana; de esta circunstancia tan extraña a mi voluntad, que me ha sometido a un orden particular de costumbres y de obligaciones, que ha restringido, comprimido, roto la independencia de mi corazón; que me ha prohibido los afectos más simples y más dichosos; que me ha separado de Adela y de la felicidad.
Palabra del Dia
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