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Actualizado: 22 de septiembre de 2024
El concurso, la gente de un salón, que ve bailar, no advierte que cierta pareja abrazada y danzante da a su abrazo, en un momento determinado, un sentido trascendental, de unidad de vidas, de fusión de espíritus, de enlace de corazones. Yo dí el «sí» así, bailando; pero lo dí sin palabras. De pronto, preguntó él: «Bueno, ¿y?...» porque él también, como buen enamorado, era monosilábico, casi mudo.
De aquí saltó la conversación a hablar de Jacinta. ¡Ah! Jacinta era una mujer muy mona: lo tenía todo, bondad, belleza, talento y virtud. El danzante de Juan no merecía tal joya, por ser muy dado a picos pardos. Pero fuera de esto, era un excelente chico, y muy simpático, pero mucho. «Ya sabrá usted dijo luego , que cayó malo con pulmonía en Febrero de este año. Por poco se muere.
Cuando se vieron libres de él, Santa Cruz le echó mil pestes, y dijo que algún día había de tener ocasión de darle el par de galletas que se tenía ganadas. «Este danzante tuvo la culpa de que yo me pusiera aquella noche como me puse y de que te contara aquellos horrores...». Por aquí empezó a enredarse la conversación hasta recaer otra vez en el punto negro.
El mayor éxito, en fin, de la dueña de casa está en poner en circulación danzante a las «planchadoras», procurando aliviar la desventura de las proscriptas del baile. La «planchadora» ignora siempre las causas de su triste condición. La Providencia la libra de este aflictivo conocimiento.
Y como los perros transpiran muy poco, Yaguaí apreciaba cuanto es debido el viento evaporizador sobre la lengua danzante puesta a su paso. El termómetro alcanzaba en ese momento a 40°. Pero los fox-terriers de buena cuna son singularmente falaces en cuanto a promesas de quietud se refiera.
En la cara del Sur campea, sobre una puerta chabacana, la imagen barroca del santo mártir, retorcida, en actitud más bien danzante que religiosa; en la del Norte, desnuda de ornatos, pobre y vulgar, se alza la torre, de la cual podría creerse que se pone en jarras, soltándole cuatro frescas a la Plaza del Ángel.
Líos, sí; ¿pues qué quieren decir las visitas del marqués de Saldeoro? ¿Sabes quién es ese danzante? Una persona decentísima, un caballero, un joven... murmuró Relimpio aletargándose. Sea lo que quiera, esas visitas me apestan. No es mi casa para estas cosas, señorita doña Isidora. Tú, Relimpio, como eres tan alma de Dios, no te fijas; yo sí.
Toda gente moza y danzante. Ramiro se inclinó, y el caballero le condujo en persona a lo largo de las galerías; pero antes de entrar en el estrado le detuvo un momento para decirle: Quería comunicar a vuesa merced que el negocio del hábito habrá que olvidallo por un tiempo, pues Su Majestad... Mejor así, señor interrumpió Ramiro, pues yo mesmo no sé agora si lo aceptara.
Y fue detrás de él, porque siempre que los dos amigos se encerraban, hacía ella los imposibles por oír lo que decían, poniendo su orejita rosada en el resquicio de la mal cerrada puerta. Jacinto esperó en el gabinete, y su tocaya entró a anunciarle. «Pero qué, ¿ha venido ya ese pelagatos?». Sí... resalao... aquí estoy. Pasa, danzante... ¡Dichosos los ojos... El amigote entró.
Parecían indignados. ¿Cuándo se había visto tamaña insolencia?... Buena era la paz, y el pueblo debía regocijarse; ¡pero meterse en el Casino como un motín danzante, para interrumpir el funcionamiento de una industria honrada!... Y habían acabado por repeler gradas abajo aquella fila de señoras desgreñadas por el entusiasmo, de militares condecorados que olvidaban repentinamente sus enfermedades v sus heridas.
Palabra del Dia
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