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Actualizado: 22 de septiembre de 2025


«¡Ingrata!, no conocer el valor del hombre que se le ha ofrecido... ¿Soy acaso un chisgarabís, un danzante, uno de esos vampiros del pueblo?... Yo tan tremendo; yo tan formal; yo tan útil a la humanidad; yo que tengo estas ideas tan elevadas... Y yo pregunto: ¿Por qué es tan guapa?... El demonio le hizo a ella la hermosura y a los ojos... ¡Despreciarme a !... La mujer es una traba social, una forma del obscurantismo, y si el hombre no tuviera que nacer de ella, debería ser suprimida».

El brazo seco y verdoso, que parecía interminable, se extendió ante él, sirviendo de sostén á un farol rojizo que empezó á balancearse.... Y sintiendo el empujón de una fuerza irresistible, el gancho marchó hacia su alojamiento, iluminado por la linterna danzante, que esparcía en torno un remolino de manchas sangrientas y fúnebres harapos. Entró en la casa, y la luz tras de él.

Feijoo estuvo cosa de un mes buscándola y al fin pudo encontrarla. Si Fortunata, empezando por conformarse, acabó por sentirse bien, D. Evaristo estuvo desde luego muy a gusto en aquella vida. «Yo no soy celoso le decía , y aunque no pongo mi mano en el fuego por ninguna mujer, creo que no me faltarás, como no se descuelgue otra vez el danzante de marras.

Unos cuantos instrumentos de cobre rugían la Marsellesa, y la muchedumbre, siguiendo las banderas de los países aliados, daba vueltas en torno del «queso», como las falenas alrededor de la luz, no queriendo salir de la plaza. De pronto se había formado una larga línea danzante, una farándula, que empezó á correr y saltar, agrandándose en cada una de sus contorsiones.

En el antecomedor lucía un gran cartel pintarrajeado con una pareja danzante y una inscripción gótica en alemán y en español: «Esta noche baile.» Y el anuncio parecía esparcir por todo el buque un regocijo de colegio en libertad. «Esta noche baile», repetían las personas de grave aspecto, como si se prometiesen un sinnúmero de misteriosas satisfacciones.

Se había quedado con la tacita de café olvidada en una mano, mirándole fijamente. La punta de azul eléctrico danzante en sus pupilas la conocía Lubimoff. Era la mirada de oferta de los silencios femeninos, la invitación á la violencia, á la toma de posesión, que tantas veces había encontrado ante su paso de millonario vencedor.

Dando fuerte golpe en el suelo con su pesado pie, exclamó bruscamente: ¡Quieta, España, quieta!... ¿Bailas de gusto por la felicidad que te ha caído?... Ten calma, Nación, ten calma y espera tranquila el triunfo de tu Rey sacratísimo. Carnicero creyó que su valiente exhortación al reino danzante había hecho efecto, porque dejó de ver movimiento en las paredes.

Palabra del Dia

passaro

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