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Estoy en la creencia de que si me privo de ellas, será un sacrificio para ciertamente, pero evitaré un peligro. He notado que cuando estoy distraída con estas frívolas lecturas, las útiles y serias me disgustan y cansan al momento. Decididamente, si he de adquirir capacidad para educar a mis hijos, me conviene adquirirla y la adquiriré en los libros serios; a ellos me inclino, pues, desde hoy.

Levantó la cabeza y exhaló un largo suspiro. ¡Oh, qué delicioso aroma! Octavio se apresuró á hundir también el rostro en la flor que la dama aún tenía cogida. ¡Delicioso! ¡delicioso! ¡Es tan penetrante... tan embriagador!... Siempre fuí apasionada de este aroma. Yo lo seré de aquí en adelante. La condesa soltó la rama é inclinó la cabeza sonriendo afablemente.

El primero y el último que me has de dar en tu vida... Espera un poco añadió alzándose otra vez. Por este beso yo te he de dar cincuenta bofetadas en esos carrillos azules... ¿Admites el trato? Granate consintió inmediatamente. La niña volvió a sentarse sobre sus rodillas e inclinó la cabeza para recibir el beso. ¡Bueno, ahora llega mi turno! exclamó con infantil alegría.

La calle se cubrió de paraguas. El Magistral, que espiaba detrás de las vidrieras de su despacho, vio un fondo negro y pardo; y de repente, como si se alzase sobre un pavés, apareció por encima de todo una caja negra, estrecha y larga, que al salir de la tienda se inclinó hacia adelante y se detuvo como vacilando. Era don Santos que salía por última vez de su casa.

Fue sin duda aquello de soy ángel, y luego inclinó la cabeza como quien se va a dormir. El sacerdote la miró más de cerca, y en alta voz dijo: «Maestra, maestra, venga usted». Entró Guillermina y ambos la observaron. «Creo dijo Nones que ha concluido. No ha podido confesar... Cabeza trastornada... ¡Pobrecita! Dice que es ángel... Dios lo verá...».

La señora de Bruinsteen inclinó la cabeza sobre el hombro de la viuda y murmuró algo al oído: ¿Vió usted a ese señor que estuvo aquí? Un señor que vino para juzgar la razón y la inteligencia de mi hija.

El cura se paró igualmente; pero con ánimo tan sereno, que al mirar al que le amenazaba, su rostro sólo expresaba la más completa calma, y la más pura dignidad. Un rato se estuvieron viendo fijamente ambos, inmóviles y en silencio; lentamente se inclinó hacia tierra la dirección de la escopeta del guarda, que en seguida bajó sus ojos, y después de un momento de indecisión, dijo en honda voz,

Elena se inclinó al oído de Clara para decirle muy bajo: ¿No te he dicho yo que era un lobo? ¡Mira qué pronto le ha conocido Tristán! Clara llevó el pañuelo a la boca para no soltar la carcajada. No tanto, Tristán, no tanto replicó Reynoso . Existe mucho egoísmo en el mundo, pero existe también mucho amor. Los hombres amamos más de lo que pensamos.

Y Amparo inclinó la cabeza profundamente pensativa. Como ven mis lectores, nuestra conversación no podía ir más apartada del punto a que mi amor hacia Amparo hubiera querido llevarla. Este alejamiento de nuestra conversación de mi idea fija, me favorecía ayudándome a mantenerme firme.

7 Así quebrantó David a los suyos con palabras, y no les permitió que se levantasen contra Saúl. Y Saúl, saliendo de la cueva, se fue su camino. 8 También David se levantó después, y saliendo de la cueva dio voces a las espaldas de Saúl, diciendo: ¡Mi señor el rey! Y cuando Saúl miró atrás, David inclinó su rostro a tierra, y adoró.