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Es probable que pertenezca también á los recuerdos de esta época el animado entremés, titulado La cueva de Salamanca. D. Juan López de Hoyos parece haber sido el primero, que alentó al joven poeta en su carrera.

Los dos oficiales repitieron al senador esta noticia, transmitida por los vigías de la torre. ¿No había dicho él que los enemigos iban á contestar?... Obedeciendo al santo instinto de conservación y empujado al mismo tiempo por su hijo, se vió en un «abrigo» de la batería. No quiso agazaparse en el interior de la estrecha cueva.

Tenía comunicación con un torreón de piedra llamado castillo de Ambeles, que hay en el paseo-ronda de este nombre, y que, según voz común, había a su pie una puerta por la que subterráneamente se podía salir al cerro de Santa Bárbara que está en la sierra vecina, dándosele aquel nombre porque dicha Santa tuvo erigida allí una ermita: cerca de ella hay una cueva de regular profundidad, que por tener tres agujeros para entrar, se conoce por la Cueva de las tres puertas.

Sin duda es extraño que ni Cervantes, ni Lope de Vega, ni Agustín de Rojas, ni Juan de la Cueva, hagan mención alguna de Torres Naharro en sus noticias sobre los orígenes del teatro español. Verdad es que son tan sólo fragmentos escritos á la ligera, para deducir de su silencio que desconocían del todo sus obras.

También hemos visto, entre las composiciones de La Cueva, Virués, etc., varios ejemplos de comedias de ruido ó de teatro, históricas, mitológicas ó imaginarias; y en cuanto á los dramas religiosos, especialmente las leyendas dramáticas de santos, hemos también indicado cómo pasaron de las iglesias y las plazas al teatro.

La Cueva alaba estas obras, pero sostiene también que la reforma, que sufre el drama, y á la cual no dejó de contribuir bastante, es un progreso necesario en el desarrollo del arte, tan útil como provechoso.

La condesa se destrenzó los cabellos, se abrió el justillo, llegó á la luz, la apagó, y luego oyó Quevedo como el crujir de un sillón al sentarse una persona. Quevedo cerró su linterna y dijo al bufón: Abrid y hasta otro día. Pero, hermano don Francisco, ¿os vais á encerrar sin escape en la cueva del león? La condesa de Lemos cuidará de darme salida. Dios quede con vos, hermano.

Al primer golpe, el maestro de escuela perdió el sentido; el otro, el antiguo lugarteniente del Cura, calló y comenzó a recibir los palos con un estoicismo siniestro. Luschía se puso a hablar con Zalacaín. Este le contó una porción de mentiras. Entre ellas le dijo que él mismo había guardado cerca de Urdax, en una cueva, más de treinta fusiles modernos.

Hermano de este día, por parte de los caminos, y de pedir por las puertas, y de la cueva para morir....Hermano de este día....¡Tou! ¡Tou!....Van por un camino toda la vida los hermanos y no se reconocen....Van por un camino. ¡Tou! ¡Tou! ¡Tou! ¡Hermanos todos, todos hijos de Satanás! ¡Y no se reconocen!... También hay los hijos de Dios Nuestro Señor....

Señor conde, es usted un grandísimo tunante... sabe usted mucho para un pobre cura como yo... sabe usted mucho... sabe usted mucho. Decía todo esto riendo y sin cerrar un momento la cueva de su boca. El conde le señaló un asiento y todos se sentaron.