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Las jóvenes menestralas, que ascendían lentamente hacia la ermita, se impacientaban, chillaban, más por la suciedad del polvo, que por temor a los corceles, dirigían chufletas de peor o mejor gusto al inflexible Piscis, que éste no escuchaba siquiera, absorto en la contemplación de las patas del caballo, cuya alta dirección le estaba confiada. ¡Uf, la carretera es poco para él!

Al llegar Rafael a la plazoleta de la ermita, descansó de la ascensión, tendiéndose en el banco de mampostería que formaba una gran media luna ante el santuario. Reinaba allí el silencio de las alturas. Los ruidos de abajo, todos los rumores de vida y labor incesante de la inmensa llanura, llegaban arrollados y aplastados por el viento, cual el susurro de un lejano oleaje.

Sin embargo de tan buenas esperanzas nada llegó á hacerse entonces: luego, en 1629, volvió á resucitar el proyecto, y nuevamente quedó abandonado. Existe en las casas de Ayuntamiento. Fué hallada entre las ruinas de la ermita de Sta. Sofía y tiene esta inscripcion: SACRATA DOMUS AUGUSTO. Véase la página 244, nota 1.

«En el año de 1402, sobre una de las colinas que se elevan al Norte del actual convento, alzábase una pequeña ermita, llamada del Salvador, á la cual iban anualmente, en alegre y devota romería, los pueblos comarcanos.

Vienen despues: Nuestra Señora de la Merced, de época incierta, fundado extramuros en la antigua ermita de Sta. Eulalia. Rodrigo de Ordoñez, conventual del de S. Pedro de Gumiel.

Cerca de aquel modesto santuario había un rico manantial, conocido por la Fuente-Santa, nombre que debió á la catástrofe ocurrida á catorce Obispos que, refugiados en la dicha ermita cuando la invasión de los árabes, fueron descubiertos por éstos y degollados bárbaramente sobre el cristalino manantial, rojo luego con la sangre de aquellos ilustres mártires .

Lo que cada vez tenía más disgustado á Traga-santos, era el profundo egoísmo y hasta la falta de sentido común con que muchos acudían á la ermita, viendo que, por ejemplo, á un mismo tiempo pedía uno que lloviese á mares y otro que la sequía achicharrase los campos.....

¡Ella!... ¿ella te ha hablado de ? Algo sin importancia. Me dijo que te había visto en la ermita una tarde. Y Cupido se calló lo demás. No dijo que Leonora, al nombrarle, había añadido que le parecía «un muchacho tonto».

Fuimos después a merendar entre los helechos. Allá abajo, en el fondo, se veía Lúzaro como un pueblo de juguete. Ni una lancha aparecía en el mar. Después de merendar, nos reunimos todos los romeros en el raso de la ermita. ¡Eh, Shanti, hay que bailar! me dijeron varios viejos pescadores, algunos dándome una palmada en el hombre. Ya lo creo, bailaremos.

Traga-santos, horrorizado, no quiso oir el resto de la frase, y se apresuró á volver á la ermita para pedir al Santo, con los ojos arrasados en lágrimas, que detuviese con su intercesión la mano de Dios, sin duda levantada ya para castigar terriblemente al pueblo español por aquellos sacrilegios.....