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La idea de que Elías era amigo del Rey, unió en la mente del pueblo la persona del fanático y aquella palabra: los nombres que el pueblo graba en la frente de un individuo con su sello de fuego, no se borran nunca. Así es que Elías se llamaba así, para todo el mundo. Sus pocos amigos únicamente se cuidaban bien de nombrarle así.

Tan imposible parece desenredarlo, que antes de partir consultamos á un magistrado de los más eminentes, Pedro Vesín, pues que puedo nombrarle, y su asombro fué igual á su curiosidad, pero no puso en duda ni un instante que nos esperaba un fracaso. Es la lucha, nos dijo, del puchero de barro con el de hierro. ¿Qué hacer contra ese poder formidable que se llama la justicia?

Habían querido una vez nombrarle concejal; pero él se opuso con todas sus fuerzas. Pero, hombre, ¿por qué no quieres ser concejal? Antes me matan dijo él que obligarme a llevar una levita de cola de golondrina. Esta levita, tan aborrecida por Zelayeta, era el frac que, en ciertas solemnidades de Lúzaro, hay la costumbre de que lo vistan los concejales.

Se habla de nombrarle ministro de Francia, no dónde; ¿qué me va a suceder si es su alejamiento un destierro sin fin? ¡Qué triste es el ocaso de la vida, después de una continuada existencia de temores! ¿Dónde me refugiaré yo, si no es en la oración, que me calma siempre, como la conversación de un buen amigo justo, poderoso y sabio? ¡Ah! ¡qué felices son aquellos que creen en esta comunicación sensible de la criatura con el Creador del Universo!

Las anécdotas de la corte de España, principalmente aquéllas amorosas en que hacía papel el Rey D. Felipe, tenido por austero personaje, y tan sólo visto por el lado de la política, interesaban vivísimamente al auditorio, pendiente de la narración del ex-Secretario, no lerdo para presentar en semejantes pláticas á Nabucodonosor ó á la bestia salvaje, antes siguiendo el plan de las Relaciones de nombrarle en público su amo, que no era óbice á las confidencias de interioridad, ejemplo aquélla de que nunca olió ni conoció diferencia de olores .

¡Ella!... ¿ella te ha hablado de ? Algo sin importancia. Me dijo que te había visto en la ermita una tarde. Y Cupido se calló lo demás. No dijo que Leonora, al nombrarle, había añadido que le parecía «un muchacho tonto».

Pero este Ayuntamiento, siguiendo siempre las ideas de conciliar el respeto de la autoridad con la tranquilidad pública, ha deliberado, como único medio para conseguirlo, el nombrarle á V. E. acompañados en el egercicio de sus funciones, hasta que convocada la Junta general del virreinato, resuelva lo que juzgue conveniente. Lo que participa á V. E. para su perfecta inteligencia.

No haré yo tal, dijo el barón de Morel, sin ver antes á quien así habla y decirle dos palabras. ¿Cuáles son su nombre y sus títulos? Imposible nombrarle, señor, sin su permiso. Pero ved que si entráis montará en ira y entonces.... Creedme, mi buen señor; ¡no sabéis de quién se trata! Discreto sois, avisado estáis; ¡seguid, por merced, vuestro camino!

Todo era inútil: en los teatros no se le veía, la portera seguía esperándole, y los revisteros de salones sin nombrarle. ¿Cuál sería la causa de tan prolongada ausencia? ¿Por huir de ella? ¡Ojalá! Señal de que no la había olvidado. ¿Estaría preso en brazos de otra?

PANTOJA. Lázaro Yuste, ... Al nombrarle, tengo que asociar su triste memoria a la de una persona que no existe... muy querida para ti... PANTOJA. Persona que no existe, muy querida para ti. Mi madre! PANTOJA. Han llegado los días del perdón. Perdonemos. No la nombran más que para deshonrarla. PANTOJA. ¡Oh, triste de !... No debí, no, no debí hablarte de esto.