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Mas aun que no todo es misterio, todo es acuerdo, y quiso Dios en este fracaso piadosamente amoroso advertirles cuan cerca habían estado de su ruína, los que no la merecían quizá menos que la que la padeció.

Muy rara vez llegan a asesinos: para ello necesitan no tener ningún medio de que valerse a fin de tomar lo que codician o verse acorralados y sin más probabilidad de escapar a un fracaso que una puñalada dada a tiempo. Su afán, su ambición, es poder llegar a ser maestros, a dirigir golpes sin riesgo, es decir, a hacerse de un capitalito y trabajar de campana.

Otros muchos miembros de aquella juventud magnánima experimentaron desperfectos de consideración en su economía, unos por el influjo de los sables, los más por las caídas y los choques que resultaron de la desbandada. La victoria no fue, sin embargo, gratuita para los agentes del gobierno. Aparte del fracaso del tricornio del teniente y de algunas contusiones de sus subordinados, el poder constituido sufrió un importante revés en la persona de uno de sus más antiguos representantes, en la persona de

¡Un simple resfriado! ¡Y yo que me creía poseedor de una enfermedad importante!... Profundamente avergonzado, yo he cogido entonces mi sombrero y me he lanzado a la calle, sumido en amargas reflexiones. El fracaso es evidente decía yo para mis adentros . ¿Con qué cara me presento ahora ante los amigos?

Allí instruyó a Rosita sobre el fracaso de su casorio, y ésta, pasada la primera impresión, volvió de nuevo a la vereda a lucir sus piernas torneadas y a hacer cantar a sus zuecos el aire con que acompañaba los movimientos graciosos de su cuerpo flexible. Acababa de recibir su título de abogado y de instalar su estudio con toda coquetería.

El autor, que estaba a mi lado, pálido como un muerto, se desahogó con algunas palabrotas groseras y se fue al cuarto de Pepe en vez de el de Clotilde, donde sus amiguitos le consolaron, echando la culpa del fracaso a aquélla y encendiendo más y más la ira que rebosaba de su corazón.

Este malestar fué en aumento: Le Bargy, Féraudy, Leloir, Laugier... todos aconsejaban á Rostand que retirase su obra; aun era tiempo; ¿para qué ir á un fracaso que tantos comediantes experimentados y meritísimos estimaban seguro?... El poeta llegó á creer que se había equivocado, y que sus amigos los actores tenían razón. Mlle.

Concluye exhortándole, no á que cuide de su salud, sino de su razón, porque esta última, después de tal fracaso, es la que corre más peligro. Nuestro poeta murió en el año de 1638. Seis meses antes, probablemente á consecuencia de trabajos excesivos, tuvo la desgracia de perder el juicio.

Hasta allí le había acompañado un sentimiento de despecho; la cólera de su orgullo varonil herido por el fracaso; el escozor de una situación ridícula. Pero ahora le atormentaba el remordimiento; sentía vergüenza de él mismo, deseaba empequeñecerse, desaparecer, como si una mirada iracunda le espiase en la sombra.

Gallardo, obligado al descanso por el mal tiempo, aguardaba impaciente la segunda corrida, con el propósito de realizar grandes hazañas. Le dolía mucho la herida abierta en su amor propio por las burlas de los enemigos. Si volvía a provincias con la mala fama de un fracaso en Madrid, era hombre perdido.