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Actualizado: 14 de junio de 2025
Ni siquiera siguió el carruaje la turba miserable que se quedaba fuera de la plaza aguardando noticias y antes de terminar la corrida estaba enterada de todos sus incidentes y de las hazañas del maestro. Gallardo gustó por primera vez la amargura del fracaso. Hasta sus banderilleros iban ceñudos y silenciosos, como soldados en derrota.
Como hasta la llegada de los americanos la enseñanza en Filipinas fué siempre y exclusivamente religiosa, y dirigida por los sacerdotes romanos, la persistencia de antiguas supersticiones son una demostración del fracaso de la educación religiosa. Tendrían por excusa los misioneros culpar a la rudeza invencible del filipino, que podríamos admitir por cortesía y para evitar discusiones.
Sin embargo, el joven oficial de húsares, no dándose por vencido después del primer fracaso, se había aproximado al grupo que formaban Herminia, Roussel y Mauricio y, alegremente, pedía indemnizaciones; por lo menos la primera contradanza, puesto que Mauricio debía abrir el baile con la señorita Guichard.
Mi madre murió... y yo tuve a Karl, para mayor desgracia. Quedé enferma, creo que para siempre: enferma por ser madre; enferma por haber sido esposa... ¡Ah, ese hombre!... Y sin embargo, no es un malvado: es un niño grande inconsciente; un niño que se ha vuelto cruel al convencerse de su fracaso; un egoísta que se refugia en la bebida y sólo a ratos se da cuenta del daño que me ha hecho... Yo perdí la voz, me marchité siendo aún joven, y tuve valor para huir del teatro antes de alegrar a las compañeras con una ruina total.
Esta imposibilidad de someter sus facultades a una dirección fija y encaminarlas hacia un fin impuesto por la reflexión, manifiéstase, en lo literario, en el frecuente fracaso de Lope en las líneas generales de sus obras, sobre todo en sus poemas eruditos.
Sólo la convicción del fracaso; la tristeza de haber creído en una dicha que él mismo se forjaba engañándose, y un profundo desgarrón en su dignidad, el arañazo del ridículo en que había vivido durante varios años, que él creía los mejores de su existencia. Vagó todo el día por Biarritz como un sonámbulo.
Y cuando un soplo de brisa arrastra alguna hoja muerta, la viuda ideal la sigue intensamente, quizá comprendiendo que la aproximación del otoño tiene para ciertas almas un melancólico valor emblemático. Mas luego, entre otros que ocultan el secreto de su fracaso, arriba la carátula ridícula y triste de un viejo farandulero.
¡Atrás, atrás! ¡Fuera de la plaza! continuaba el capitán. Y era bien obedecido, porque el gentío se desbandaba á toda prisa. La procesión fracasó. El retrato quedó hecho trizas en medio de la plaza; la tropa tomó todas las entradas. ¿Qué fué de Lázaro?
No quería decir que la suya lo fuese, mas si algún amigo se lo había dado a entender o si él mismo había encontrado en ella algo que le hiciera dudar de su fracaso, tenía por seguro que estorbaría su representación. Todos se asombraron de tal ruindad y la deploraron: algunos le propusieron que retirase su manuscrito del Español y lo llevase a otro teatro.
El marino, bajo el peso de su fracaso y de las extraordinarias libaciones, se sumió en un mutismo enfurruñado. En el barrio de Chiaia se separaron. Ferragut, al quedar solo, sintió con más fuerza los efectos de la embriaguez que le dominaba, una embriaguez de sobrio, con la sorpresa fulminante de la novedad. Por un momento tuvo la mala idea de ir á su buque.
Palabra del Dia
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