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Descendía, pues, Yégof por la calle sin detenerse en ninguna parte, y Luisa, muy inquieta, viendo que el loco miraba hacia su casita, dijo: Papá Juan Claudio, me parece que Yégof viene a nuestra casa. Es muy posible respondió Hullin ; el pobre diablo no dejará de necesitar un par de zuecos claveteados con el frío que hace; y si me lo pide, a fe mía que me costará gran trabajo negárselo.

Parecían obreros de una fábrica de metalurgia, fundidores y ajustadores, con pantalones y chalecos de pana. Llevaban los brazos descubiertos, y algunos, para marchar sobre el barro con mayor seguridad, calzaban zuecos de madera. Eran antiguos trabajadores del hierro incorporados por la movilización á la artillería de reserva.

Nada se oía sobre la endurecida nieve, más que el chocar de los zuecos de madera de las mujeres que llevaban a sus hijos de la mano y, de cuando en cuando, el ruido sordo y cavernoso del ataúd de encina, recibiendo una ligera sacudida, al cambiar de sitio sobre los hombros de los portadores que se relevaban a porfía bajo la carga para nosotros sagrada.

Habría andado unos cincuenta pasos, cuando un remolino ciego, loco, furioso, se arroja sobre Bettina, le abre el chal, la arrastra, la levanta, casi la hace perder pie, y da vuelta con violencia el paraguas. Esto no es nada todavía. El desastre fue completo. Bettina ha perdido uno de sus zuecos... No eran muy serios estos zuecos, eran muy bonitos para el buen tiempo.

No bien nos instalamos en nuestra mesa al día siguiente, el cura y yo, abriose con estrépito la puerta y vimos entrar a Petrilla, con la cofia en la nuca y los zuecos llenos de paja en la mano. ¿Qué hay? ¿Fuego? interrogó mi tía. No, señora; pero a buen seguro que está el diablo en casa.

El jefe de los pescadores se le puso delante, vacilando sobre sus altos zuecos de planta de fieltro, diciendo: ¡Hola! ¡Os creía muerto, Capitán! ¡Os habéis emborrachado, canallas! le dijo Van-Stael, amenazándole con el puño. ¡, ! añadió el chino, tartamudeando . ¡Bebed... el sciam-sciú es... excelente!... Aún... queda... Lo juro... Pero, ¡desgraciado!; ¿no oyes los gritos de los salvajes?

El tiempo que el jardinero empleó en ir á prevenir al criado, pareció á la joven sumamente corto. Y cuando oyó crujir la arena bajo los zuecos del jardinero, pensó: "¿Qué tiene hoy Giraud, que corre tanto?" Aprestó el oído para oir la respuesta, que fué seca y terminante. La señorita está delicada y no recibe. ¡Qué mentira! murmuró Herminia, que sintió de pronto un involuntario descontento. ¡Ah!

Cantó el gallo, mezclando su nota clara al ladrido de los perros; las ventanas chocaron contra los muros; los zuecos sonaron en el suelo; el cuerno del boyero hízose oír en el extremo del pueblo, el hombre apareció, y, saliendo de cada puerta con paso tranquilo y lento, las vacas fueron una a una a engrosar el rebaño levantando una nube de polvo.

El ciego es un viejo de perfil monástico, con una capa tabacosa, que le llega a los zuecos. La zampoña que lleva a la espalda le hace el bulto de una joroba, bajo la luenga capa. El lazarillo va cargado con las alforjas: Es un niño aldeano vestido de estameña, con la guedeja trasquilada sobre la frente con tonsura casi medioeval. ¿Hay licencia? ANDREÍ

Síntoma alarmante; no se interesaba ya por los ruidos de la calle ni por la charla de las comadres, no levantaba los ojos al ruido de los zuecos en la calle, ni al de los coches del notario o del médico, no hacía caso de las voces de las vecinas que iban a informarse de la salud de «la querida señora».