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Su agudo cimborio es el yelmo, y el gallo de la veleta le sirve de cimera y de penacho. En el interior de tan ruda fábrica hállanse todas las delicadezas del sentimiento.

Allí se encontraba la joven en plena actividad, yendo y viniendo de un lado a otro, probando las salsas con cierto airecillo de suficiencia, saboreando el caldo, aprobándolo o censurándolo todo. Otro poco de sal, otro de esto, otro de aquello decía la joven . Lesselé, ¿cuándo acabará usted de desplumar ese gallo? A ese paso no concluiremos nunca.

Recrearos, : recrearos á costa de un semejante vuestro que hace el gato, el perro, el gallo, la gallina, el lobo, hasta el cocodrilo, si cupiera: no, mil veces no. Eso no es recreo, porque no es arte, porque no es humanidad, porque no es ni decencia.

Tal cual es, si no de apariencia muy bella, a lo menos ofrece comodidad a los transeúntes, que no se mojan más que cuando quieren pasar de una acera a otra. Y ciertamente que anduvieron precavidos sus ilustres fundadores, pues en punto a llover firme y acompasado, no hay población en España que le pueda alzar el gallo a nuestra villa.

Pilar Gonzalvo era tolerada en las casas distinguidas de Madrid; ser tolerado es un matiz del trato social, y otro matiz ser admitido, como su hermano lo era: más allá del tolerar y del admitir queda aún otro matiz supremo, el festejar; pocos gozan del privilegio de que los festejen, reservado a las eminencias, que no se prodigan y se dejan ver únicamente de año en año, a los banqueros y magnates opulentos, que dan bailes, fiestas y misas del gallo con cena después, a las hermosuras durante un breve y deslumbrador período de plena florescencia, a los políticos que están en puerta como los naipes.

Desde la última vez que le vimos, D. Manuel Rivera había envejecido bastante en realidad, en apariencia muy poco; el vientre le había crecido, las patas de gallo se habían acentuado, el cabello y la barba estaban poblados de canas. Mas como acudía, casi tan pronto como su compañero el mayor del Consejo, al reparo de estos mandobles del tiempo, amortiguaba su fuerza y la herida apenas se mostraba.

Bajó al patio Avendaño y entregóse en el libro, y comenzó a despachar celemines como agua, y a asentarlos por tan buena orden, que el huésped, que lo estaba mirando, quedó contento; y tanto, que dijo: Pluguiese a Dios que vuestro amo no viniese, y que a vos os diese gana de quedaros en casa; que a fe que otro gallo os cantase.

El rumor se comentaba, se dibujaba, adquiría detalles y ninguno lo ponía en duda. Se describía el traje de Cpn. Tiago, por supuesto, el frac, la mejilla levantada por el sapá del buyo, sin olvidar la pipa para fumar opio ni el gallo sasabugin.

Tras las puertas cerradas oíase la charla de los enfermos que no conocían el descanso. En el extremo del corredor, tras una puerta silenciosa hasta entonces, se oyó un grito: ¡Qui-qui-ri-quí! Lo lanzaba un enfermo que se imaginaba ser un gallo.

Después del almuerzo sigue un camino que asciende por la montaña formando ángulos; ve un muro de piedra, pasa una puerta, contempla un instante un monumento rematado por un gallo enorme. Toledo se descubre. ¡Paz á los héroes! Luego señala la entrada de la fúnebre construcción. El pobre Martínez está ahí.