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Al través de los balcones cerrados llegaban los ruidos de la estrecha calle popular. Un vendedor pregonaba patatas asadas, llamándolas "chuletas de huerta", con melancólico quejido, como si cantase una desgracia. Ojeda le saludó mentalmente, con cierta emoción, y pensó que tal vez hacía ella lo mismo.

No obstante, era la voz de una casi niña, de perfil austero. Acertaba á pasar con su madre y cantaba con toda la fuerza de sus pulmones el refrán de una antigua canción. Suplicámosla que se sentara y cantase toda la canción. Aquel poemita rústico expresaba á maravilla el doble espíritu de la comarca. La Saintonge es un país agrícola, amante del hogar doméstico.

Ordenó que ningún ciego cantase milagro en coplas si no trujese testimonio auténtico de ser verdadero, por parecerle que los más que los ciegos cantan son fingidos, en perjuicio de los verdaderos.

Pepet, su hijo, estaba llamado a más altos destinos: iba a ser cura, y después que cantase misa entraría en un regimiento o se embarcaría con rumbo a América, como lo habían hecho otros ibicencos que recogían allá mucho dinero y lo enviaban a sus padres para comprar tierras en la isla.

Estando, pues, los dos allí, sosegados y a la sombra, llegó a sus oídos una voz que, sin acompañarla son de algún otro instrumento, dulce y regaladamente sonaba, de que no poco se admiraron, por parecerles que aquél no era lugar donde pudiese haber quien tan bien cantase.

Vinieron en socorro suyo don Rosendo y don Melchor de las Cuevas, don Rudesindo y el párroco de la villa, que espontáneamente le asignaron tres pesetas diarias mientras no cantase misa. Mas al cursar el segundo año de Teología, recibieron estos señores del seminarista una carta elegantemente escrita.

¡Oh, no por Dios! ¡Qué feo estarías sin bigote! exclamó separando sus manos de los ojos, donde brilló una sonrisa maliciosa detrás de las lágrimas. Reynoso aprovechó aquel furtivo rayo de sol para consolarla. Pero no fue obra de un instante. Elena estaba muy ofendida, ¡mucho! Era preciso que el detractor cantase la palinodia, hiciese una completa retractación de sus errores.

Pero el desaire, siquiera fuese el de una zafia aldeana, le roía el alma. Por más que aparentase alegría, y brincase y cantase como un estudiante crapuloso, lo cierto es que tenia los nervios excitados y prestos a dispararse.

Se limpió el sudor y luego se llevó las manos al pecho; su cara era de un rojo amoratado; pero la gente le volvía la espalda, olvidada ya de él. Las atlotas, con una solidaridad de sexo, envolvían a Margalida en vehementes manoteos, la empujaban, pidiéndola que cantase para contestar a lo que había dicho el cantor sobre la falsedad de las mujeres.

Las señoras pasaron á una habitación inmediata con Urquiola y el ingeniero Sanabre. Esperaban á algunas amigas de Bilbao y mientras tanto, harían música. Los dos jóvenes rogaron á Pepita que cantase alguna canción vascongada de las antiguas, tan melancólicas y dulces, distintas completamente del ritmo americano de los modernos zortzicos.