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Hacía días que se puso mala y yo iba al convento para tener noticias. Mire usted, aquí esta la carta del P Salví que trajo el P. Irene. Capitan Tiago estuvo llorando toda la noche, besando y pidiendo perdon al retrato de su hija hasta que concluyó por fumarse una enorme cantidad de opio... Esta tarde han tocado sus agonías.

En la casa del muerto, á donde habían acudido al día siguiente antiguos conocidos y amigos, se comentaba mucho un milagro. Decíase que en el momento mismo en que agonizaba, el alma de Capitan Tiago se había aparecido á las monjas, rodeada de brillante luz. Dios la salvaba, gracias á las numerosas misas que había mandado decir y á los piadosos legados.

Capitan Tiago tuvo buen fin, esto es, un entierro como pocos. Es cierto que el cura de la parroquia había hecho observar al P. Irene que Cpn.

Tiago se había muerto sin confesion, pero el buen sacerdote, sonriendo burlonamente, se frotó la punta de su nariz y respondió: Vamos ¡á con esas! si hubiéramos de negar las exequias á todos los que se mueren sin confesion, nos olvidaríamos del De profundis. Esos rigores, como usted sabe bien, se conservan cuando el impenitente es tambien insolvente, pero ¡con Cpn.

Tiago estaba muy abatido, fué admitido en calidad de criado, sin sueldo por supuesto, permitiéndole en cambio estudiar, cuando quisiera, en S. Juan de Letran. Sucio, mal vestido y por todo calzado un par de zuecos, al cabo de algunos meses de estar en Manila, ingresó en el primer año de latin.

Le diré á usted, balbuceó, como Capitan Tiago estaba malo y ademas tenía que concluir con el Mata... Hizo usted bien en no ir, dijo el profesor; pero ¿usted forma parte de la asociacion de estudiantes? Doy mi cuota... Pues entonces, un consejo: retírese ahora mismo y destruya cuantos papeles tenga que le puedan comprometer. Basilio se encogió de hombros.

Desde la escena de San Diego Simoun no había vuelto á ver ni al joven ni á Capitan Tiago. ¿Cómo está el enfermo? preguntó echando una rápida ojeada por el cuarto y fijándose en los folletos que mencionamos cuyas hojas aun no estaban cortadas.

Tiago!... ¡Vaya! ¡si chinos infieles ha enterrado usted y con misa de requiem! Cpn. Tiago había nombrado albacea y ejecutor testamentario al P. Irene, y legaba sus bienes parte á Sta. Clara, parte al Papa, al Arzobispo, á las Corporaciones religiosas, dejando veinte pesos para las matrículas de los estudiantes pobres.

Entonces tuvo una sospecha; aquella tarde, al salir de la cárcel se había dirigido á la antigua casa de Cpn. Tiago para buscar sus pocos efectos, y la había encontrado trasformada y preparada para una fiesta; ¡eran las bodas de Juanito Pelaez! Simoun hablaba de fiesta.

Tiago le había llevado consigo á San Diego! Y sin embargo se aprendía de memoria la leccion sin dejar una coma, ¡aunque sin comprender mucho de ella!