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Actualizado: 24 de junio de 2025


O Eminencia Negra, como quieras. ¡No te entiendo! Richelieu tenía un consultor capuchino á quien llamaban Eminencia Gris; pues éste lo es del General... ¿De veras? Como que lo he oido de alguno... que siempre habla de él mal detrás, y le adula cuando le tiene delante. ¿Visita tambien á Capitan Tiago?

El estudiante cuando decía alguno, daba á entender el P. Irene, gran amigo y gran consejero de Capitan Tiago en sus últimos días. El opio es una de las plagas de los tiempos modernos, repuso el Capitan con un desprecio é indignacion de senador romano; los antiguos lo conocieron, mas nunca abusaron de él. Y el disgusto más clásico se pintó en su cara de epicúreo bien afeitado.

Tiago y subyugado por Simoun que se le aparecía terrible y siniestro destacándose de un fondo teñido en lágrimas y sangre, trataba de explicarse diciendo que no se consideraba con aptitudes para mezclarse en la política, que no tenía opinion alguna porque no había estudiado la cuestion pero que siempre estaba dispuesto á prestar sus servicios el día en que se los exigiesen, que por el momento solo veía una necesidad, la ilustracion del pueblo, etc., etc.

En efecto, se dirigían todos á la antigua casa de Cpn. Tiago: ¡allí se reunían en busca de un baile para danzar por el aire! Basilio se rió al ver las parejas de la Guardia Veterana que hacían el servicio. Por su número se podía adivinar la importancia de la fiesta y de los invitados.

Yo pensaba en usted, capitan... El partido de los violentos no pudo conseguir mucho del General, y echaban de menos á Simoun... ¡Ah! si Simoun no llega á enfermarse... Con la prision de Basilio y la requisa que se hizo despues entre sus libros y papeles, Capitan Tiago se había puesto ya bastante malo. Ahora venía el P. Irene á aumentar su terror con historias espeluznantes.

Simoun entretanto ponderaba sus alhajas. ¡Este hombre es atroz! pensó el estudiante; en todas partes hace negocios... Y si hemos de creer á alguno, compra de ciertos señores en la mitad de su precio las alhajas que él mismo ha vendido para que sean regalados... ¡Todos hacen negocio en este país menos nosotros! Y se dirigió á su casa ó sea á la de Cpn. Tiago, habitada por un hombre de confianza.

Esta última cláusula se dictó á propuesta del P. Irene, á fuer de protector de la juventud estudiosa. Cpn. Tiago había anulado un legado de veinticinco pesos que dejaba á Basilio, en vista de la ingrata conducta observada por el joven en los últimos días, pero el P. Irene lo restablecía y anunciaba que lo tomaba sobre su bolsillo y su conciencia.

El enfermo se había vuelto de un caracter insoportable; en sus malos ratos, cuando se sentía abatido por falta de dosis de opio que Basilio procuraba moderar, le acusaba, le maltrataba, le injuriaba; Basilio sufría resignado con la conciencia de que hacía el bien á quien tanto debía, y solo en último estremo cedía; satisfecha la pasion, el monstruo del vicio, Capitan Tiago se ponía de buen humor, se enternecía, le llamaba su hijo, lloriqueaba recordando los servicios del joven, lo bien que administraba sus fincas y hablaba de hacerle su heredero; Basilio sonreía amargamente y pensaba que en esta vida la complacencia con el vicio se premia mejor que el cumplimiento del deber.

El señor que hablaba con ellos era el rico Capitan Basilio que venía de hacer compras en Manila. Capitan Tiago va muy regular, señor, decía el estudiante moviendo la cabeza; no se somete á ningun tratamiento... Aconsejado por alguno me envía á S. Diego so pretesto de visitar la casa, pero es para que le deje fumar el opio con entera libertad.

El rumor se comentaba, se dibujaba, adquiría detalles y ninguno lo ponía en duda. Se describía el traje de Cpn. Tiago, por supuesto, el frac, la mejilla levantada por el sapá del buyo, sin olvidar la pipa para fumar opio ni el gallo sasabugin.

Palabra del Dia

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