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Actualizado: 31 de agosto de 2024
En el segundo caso, asciende en la consideración del gremio y su tarea se facilita con ventaja personal: se hace changador de otarios, es decir, buscador de víctimas, empresario, director, prestamista, consejero e intermediario entre los capitalistas y grandes dignatarios de la orden y los pobres ejecutores que pagarán con el martirio de su cuerpo cualquier contrariedad de la suerte.
En los pies, Pinedo, en los pies ... donde tiene usted el talento. Aunque usted me insulte, quisiera que me traspasase esa gota ... ¡por tener siquiera una gota de usted! ¡Pocas gracias! Sería una gota de esencia aromática dijo un consejero de Estado harto dulzón. ¿Y usted qué sabe, hombre, si no ha metido la nariz más que en el coro de ambos sexos? El consejero se puso colorado.
Verdad es que todos los tesoros del Rey se emplean en pagar sus sueldos a los señores de la Corte, y entre éstos el que más come es el Príncipe de la Paz, que reúne 40.000 durazos como Consejero de Estado, como Secretario de Estado, como Capitán General y como Sargento mayor de guardias... Lo dicho, no quiero servir al Rey.
Sin embargo, hacía todo con benevolencia, pues el mundo, para ella, se componía casi únicamente de personas inferiores. Viuda de Patrick Martholl, consejero de Estado del segundo Imperio, había educado a su hijo de una manera singular, cultivando su egoísmo natural.
Veinte años más de paz, y los alemanes serían los dueños de los mercados del mundo, venciendo á Inglaterra, su maestra de ayer, en esta lucha sin sangre. ¿Y todo esto iban á exponerlo como el que juega su fortuna entera á una carta en una lucha que podía serles desfavorable?... No; la guerra insistió rabiosamente el consejero , la guerra preventiva.
Sé que estoy condenada, pero yo le quiero a usted... ¡Te quiero! ¡te quiero más que a mi salvación!... Llévame adonde se te antoje, pero no me separes de ti... Déjame ser tu sierva... Déjame besar el suelo que pisas... Cayó de rodillas delante de su consejero, con el rostro entre las manos. Al través de sus dedos flacos se notaba el vivo carmín de que estaba cubierto.
Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal manera se imprimieron en mí sus razones que, sin ponerlas en disputa, las aprobé por buenas y de ellas mismas quise hacer este prólogo; en el cual verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos.
»Dejome hablar sin interrumpirme, y cuando hube terminado, sacó de su bolsillo una carta que me entregó, diciéndome: »No hable usted de este escrito a nadie en el mundo... ni aun a mí. »La letra era de la mano de la Reina, y he aquí el contenido de la carta: * «Nadie más que usted, Carlos, ama al Rey mi esposo: no hay servidor más fiel, ni consejero más inteligente.
JESSY. ¡Claro que no lo soy...! ¡Comprenderá usted que salgo ya sin mi nodriza...! ¡Y que no he ganado estas perlas cosiendo a máquina...! TALMA. ¡Lo adivino! Usted es hija de un consejero de Estado arruinado por las especulaciones. JESSY. Yo soy hija de mis obras, de mis obras vivas. Mamá tiene un cuarto amueblado en Montparnasse...
Y por contera tus amoríos, tus abusos de consejero espiritual. Madre... ¿Qué más? Hasta les parece mal que enseñes la doctrina a las niñas de la Santa Obra del Catecismo.... ¡Miserables! Sí, miserables; pero van siendo muchos miserables, y el día menos pensado nos tumban.
Palabra del Dia
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