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Yo soy aquí cura y maestro de escuela, y médico y consejero municipal.

Su llegada al grupo donde estaban Consejero, D. Martín, Osuna y otro caballero militar de Lancia fue acogida con alegría. Te presento dijo D. Martín a su amigo forastero, bajando la voz y echando una mirada recelosa alrededor para cerciorarse de que no le oía su mujer, al padre Norberto, un cura que te podrá informar de todos los chamizos de la población, si deseas conocer alguno.

Como tenía talento natural, atrevimiento y mucho aplomo, supo utilizar bien la sociedad en que se encontraba y con el dinero de su esposa se dedicó á negocios, á contratas con el Gobierno y el Ayuntamiento, por lo que le hicieron concejal, despues alcalde, vocal de la Sociedad Económica de Amigos del Pais, consejero de Administracion, presidente de la Junta Administrativa de Obras Pías, vocal de la Junta de la Misericordia, consiliario del Banco Español Filipino, etc., etc., etc.

Es el caso que doña Nicolasa tuvo allá por el quinto mes un sueño extraordinario, en el cual vió que el fruto de su vientre, ya crecido y entrado en años, era arrebatado al cielo en un carro de fuego; más tarde la buena señora daba en soñar todas las noches que su hijo era consejero del Despacho, padre provincial, venticuatro, racionero, deán y hasta obispo, rey, emperador ó, cuando menos, papa ó archipapa.

Y cuentan, y pelean, y saludan, y conversan, y hacen que toman , y entran por la puerta de la derecha, y salen por la puerta de la izquierda: y la música toca sin parar, con sus platillos y su timbalón y su clarín y su violinete; y es un tocar extraño, que parece de aullidos y de gritos sin arreglo y sin orden, pero se ve que tiene un tono triste cuando se habla de muerte, y otro como de ataque cuando viene un rey de ganar una batalla, y otro como de procesión de mucha alegría cuando se casa la princesa, y otro como de truenos y de ruido cuando entra, con su barba blanca, el gran sacerdote y cada tono lo adornan los músicos como les parece bien, inventando el acompañamiento según lo van tocando, de modo que parece que es música sin regla, aunque si se pone bien el oído se ve que la regla de ellos es dejarle la idea libre al que toca, para que se entusiasme de veras con los pensamientos del drama, y ponga en la música la alegría, o la pena, o la poesía, o la furia que sienta en el corazón, sin olvidarse del tono de la música vieja, que todos los de la orquesta tienen que saber, para que haya una guía en medio del desorden de su invención, que es mucho de veras, porque el que no conoce sus tonos no oye más que los tamborazos y la algarabía; y así sucede en los teatros de Anam que a un europeo le da dolor de cabeza, y le parece odiosa, la música que al anamita que está junto a él le hace reír de gusto, o llorar de la pena, según estén los músicos contando la historia del letrado pobre que a fuerza de ingenio se fue burlando de los consejeros del rey, hasta que el consejero llegó a ser el pobre, o la otra historia triste del príncipe que se arrepintió de haber llamado al extranjero a mandar en su país, y se dejó morir de hambre a los pies de Buda, cuando no había remedio ya, y habían entrado a miles en la tierra cobarde los extranjeros ambiciosos, y mandaban en el oro y las fábricas de seda, y en el reparto de las tierras, y en el tribunal de la justicia los extranjeros, y los hijos mismos de la tierra ayudaban al extranjero a maltratar al que defendía con el corazón la libertad de la tierra: la música entonces toca bajo y despacio, y como si llorase, y como si se escondiese debajo de la tierra: y los actores, como si pasase un entierro, se cubren con las mangas del traje las caras.

En tierra firme no se habría acercado más á estos hombres; pero la vida en un trasatlántico, con su inevitable promiscuidad, obliga al olvido. Al otro día, el consejero y sus amigos fueron en busca de él, extremando sus amabilidades para borrar todo recuerdo enojoso. Era un joven «distinguido», pertenecía á una familia rica, y todos ellos poseían en su país tiendas y otros negocios.

Unas esperan a que llegue el 10 de abril para disponer de su corazón, porque se han jurado a mismas a ser juiciosas hasta los diez y siete años. Otras encuentran un protector de su gusto y no se atreven a confesárselo: temen la venganza de un consejero refrendario que ha jurado matarla, y suicidarse en seguida, si ama a otro que no sea él.

Y vencido éste, todavía podríamos imponer tributo á las hordas tártaras, otra amenaza de la cristiandad. Decidme, Chandos, ¿no habríamos de poder llegar nosotros hasta donde llegó Ricardo Corazón de León? Poder hacerlo es una cosa, replicó el prudente consejero, y otra muy distinta saber si conviene y debe hacerse.

Nosotros continuó el consejero, mirando fijamente á Desnoyers como si esperase de él una declaración solemne deseamos vivir en buena amistad con Francia. El joven Julio aprobó con la cabeza, para no mostrarse desatento. Le parecía muy bueno que las gentes no fuesen enemigas. Por él, podía afirmarse esta amistad cuanto quisieran.

Las montañas de fines de agosto en Pekín, son muy apacibles; ya vaga en el aire una calma otoñal; a esa hora, el consejero Mariskoff y los oficiales de la legación estaban siempre en la cancillería, despachando el correo de San Petersburgo.