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Uniéronse a estos sonidos discordantes las notas agudísimas del cuerno de caza y el redoble del tambor, produciendo entre todo una algarabía insoportable.

Silva mandó a uno de los suyos a que viera si nuestra cámara estaba cerrada, y cuando el otro volvió diciendo que lo estaba, murmuró: Estos bárbaros son capaces de todo. Desde el ventanillo de la puerta oímos durante toda la noche los cantos de los marineros y la algarabía de los chinos. Nos sustituímos para hacer la guardia; aunque nadie pudo dormir, estuvimos tendidos, descansando.

En medio de esa algarabía, el rebaño penetra en su yacija. Nada tan hechicero como esa instalación. Los borregos viejos enternécense al contemplar de nuevo sus pesebres. Los corderos, los lechales, los que nacieron durante el viaje y nunca han visto la granja, miran en derredor con extrañeza.

Corrían los marineros por las vergas; manejaban otros las brazas, prontos a la voz del contramaestre, y todas las voces del navío, antes mudas, llenaban el aire con espantosa algarabía.

Aquello hace reír, divierte, aturde y enloquece, como un remedo de la algarabía humana en un mercado público, Al ver á esas soberanas del viento reducidas á la esclavitud, me parecia asistir al espectáculo del orgullo humano sometido y vejado.

El coro contesta con relinchos á esta primera tirada de algarabía, que así se llama técnicamente la introducción de los marzantes, y vuelve á continuar la voz pidiendo «morcillas en blanco, ó aunque sea en negro», y otras cosas por el estilo, hasta que concluye diciendo: ¿Qué quiere usted?; ¿que cantemos ó que recemos? Que recen dice Jeromo.

Una inmensa hoguera se produjo instantáneamente. Sus chispas volaron por el aire como estrellas filantes. Un grito de entusiasmo se escapó de todos los pechos. Á este grito se unió el redoble del tambor y las agudas notas de la gaita. Los rostros iluminados por aquella viva luz resplandecían de placer. Todos hablaban, todos reían formando gozosa algarabía.

Las dos muchachas, oriundas del barrio de Monserrat seguramente, rayaban en los 20 o 22 años y penetraron en nuestro grupo, que ya se iba estrechando, metiendo una algarabía inusitada de gritos y risotadas cuyas causas no me podía explicar. Mira, mamá dijo la mayor, este caballero es tan amable, que te va a dejar mirar por el anteojo.

La historia será un acaso horrible, un fatalismo ciego y cruel, un pandemonium, como la denominan los escépticos, los ateos del hombre y de Dios. Dicen bien esos desdichados. La historia es un pandemonium para los que no creen en la providencia y en la humanidad, como la razon es un delirio para el loco, como la ciencia es una algarabia para el ignorante, como la luz es una tiniebla para el ciego.

La niña, en el tibio bienestar del baño, sonreía, y Perucho, sosteniéndola por los sobacos, hablándola con tierna algarabía de diminutivos cariñosos, la columpiaba en el líquido transparente, le abría los muslos para que recibiese en todas partes la frescura del agua, imitando con religioso esmero lo que había visto practicar a Nucha.