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Bendice á Dios tambien, triste en el mundo Has sido presa del dolor profundo Que roe el corazon, Hasta que un ángel que bajó del cielo Te dió en su labio plácido consuelo, Y te abrigó en sus alas con uncion. De su frente nacieron tres estrellas, Como ella puras, cual su rostro bellas, Que volaron á Dios En alas de la brisa rumorosa, Que repitió la queja dolorosa Que brotó el alma rota de los dos.

Luego que fue tomado el chocolate, don Francisco dijo: Váyase fuera toda la gente menuda. Hijo mío, hoy es el último día que D. Teodoro te permite salir fuera de casa. Los tres pueden ir a paseo, mientras mi hermano y yo vamos a echar un vistazo al ganado.... Pájaros, a volar. No necesitaron que se les rogara mucho. Convidados de la hermosura del día, volaron los jóvenes al campo. Los tres

Puestas en paz pues ya las diferencias De Delio, y los poetas transformados En tan vanas y huecas apariencias: Los mares y los vientos sosegados, Sumergiose Neptuno mal contento En sus palacios de cristal labrados. Las mansisimas aves por el viento Volaron, y á la bella Cipriana Pusieron en su reyno á salvamento.

El te amará, pero no pensará en otra cosa que en quererte, mientras que yo pensaré en hacer que vivas17 de mayo «¡Desdichado de ! »Se desvanecieron otra vez mis sueños; volaron todas mis ilusiones. »Cuando me levanté confiaba en pasar un día feliz, y Dios había dispuesto que fuese de aflicción y de dolor. »Amaury ha venido como siempre esta mañana.

Montó atropelladamente el jinete, pateó luchando el solípedo, apartáronse con precipitación los espectadores y volaron sacudidas en círculo las herraduras, retemblando la tierra a los saltos del animal. Por último, sonaron las espuelas y partió Jovita. Federico, en las tinieblas, gritó: ¡Bien va!

Volaron por el aire copas enteras de árboles, varios troncos partidos en dos, terrenos negros con cabelleras de hierbas, un chorro de polvo que obscureció el cielo. Algunas piedras rodaron del muro. Los alemanes se encogieron, pero sin emoción visible. Conocían esto; esperaban su llegada, como algo inevitable, después de haber visto el aeroplano.

Dame esa escopeta, Primitivo ordenó don Pedro . Estoy oyendo cantar la codorniz ahí, que no parece sino que me hace burla. Se me ha olvidado cargar mi carabina. Diciendo y haciendo, cogió la escopeta, apuntó a cualquier parte, y disparó. Volaron hojas y pedazos de rama de un roble próximo, aunque ninguna codorniz cayó herida.

Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dió un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós: sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Una vez tan sólo coceó con las piernas traseras, pero fue por la fuerza de la costumbre; otra vez se espantó, pero fue por una maldita vieja que se interpuso en el camino con un monumental cesto en la cabeza. Fosos, montones de grava, trozos que emergían sembrados de fresca hierba, volaron bajo sus piernas que parecían infundidas de extraño vigor.

La mesnada de torpes asesinos Que deshonran el nombre de Argentinos Volaron cual hambriento gavilan, Y al barbárico son de un clamoréo Llegan ante la gran Montevideo, Donde los libres en su puesto están. Llegan, y se detienen asombrados Ante los fuertes muros, levantados Del pueblo por la mano colosal: Y en el Cerrito de eternal memoria Donde Rondó se coronó de gloria El invasor levanta su real.