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Cuatro lámparas iluminaban ampliamente la estancia de artesonado techo en que se hallaban. Colgadas de las paredes, sobre los muebles, en los rincones, por todas partes se veían placas de vidrio de diferentes tamaños y formas, pintadas delicadamente. Gualtero y Roger miraron en torno asombrados, porque jamás habían visto juntas tantas y tan magníficas obras de arte.

Sus redondos ojos me miraron un instante, asombrados, y, después, despavorido al no conocerme, echó a correr chillando. ¡Hu, hu! y sacudió trabajosamente las alas, grises de polvo; ¡qué diablo de pensadores, no se cepillan jamás! No importa, tal como es, con su parpadeo de ojos y su cara enfurruñada, ese inquilino silencioso me agrada más que cualquiera otro, y no me corre prisa desahuciarlo.

Adriana, en tanto, entendiendo todo lo que decían, a través de las lágrimas, los ojos asombrados de Raquel, recordó las veces que se había complacido en humillarla. El remordimiento, un remordimiento íntimo, amargo, le llenó el corazón. Su antigua maldad le pareció incomprensible.

Era la vega entera abrazando el cuerpo de aquel niño que tantas veces había visto saltar por sus senderos como un pájaro, extendiendo sobre su frío cuerpo una oleada de perfumes y colores. Los dos hermanos pequeños contemplaban á Pascualet asombrados, con devoción, como un ser superior que iba á levantar el vuelo de un momento á otro.

El propio subjefe, que se había excedido un poco en la bebida, le dirigió una pregunta algo turbadora: ¿Podría usted decirme de qué color serán los niños? ¡Serán a rayas! observó Polsikov. ¿Cómo a rayas? exclamaron, asombrados, los asistentes.

Los tres nos quedamos asombrados, y permanecimos mucho tiempo contemplando aquella maravilla. No sabiendo que aquella pintura es un tapiz de la fábrica de Gobelinos, parece imposible que haya una persona que distinga el tapiz de una pintura al óleo, y de una pintura de buena escuela. El tejido ha hecho tanto como el pincel; la lana es allí rival de los colores.

Pero al levantar los ojos, se encontró con los de Fermín, que le contemplaban asombrados, como preguntándole cuándo llegaría el momento en que cesara de pedir compasión para él y empezase a compadecer a su dependiente. ¿Y preguntó qué crees que puedo hacer en esto?... Montenegro desechó toda timidez para contestar a su jefe. Si él supiera qué hacer no habría venido a molestar a don Pablo.

Son los guiris dijo Bautista a Martín. Me alegro. La media compañía se acercó al grupo. ¡Alto! gritó el sargento . ¿Quién vive? España. Daos prisioneros. No nos resistimos. El sargento y su tropa quedaron asombrados, al ver a un militar carlista, a dos monjas y a sus acompañantes llenos de barro. Vamos hacia el pueblo les ordenaron. Todos juntos, escoltados por los soldados, llegaron a Viana.

Cuando llegué a Tablanca, me encontré a sus habitantes asombrados de lo que estaban viendo en la casona.

En primer lugar, el amor del alma se confunde muy a menudo con los antojos del cuerpo; pero, aunque no se confunda, el amor, o lo que sea, se acaba luego, porque no duran más los incentivos que le producen; o si se conservan, pierden el encanto por la costumbre de verlos; el resultado es el mismo; lo que se llama amor, desaparece, y la venda se cae; y entonces, cuando los ojos contemplan asombrados lo muchísimo desconocido que tienen delante, la codicia de ello inflama los apetitos, y el hombre más sesudo y morigerado olvida sus deberes y se hace un glotón de cuanto ve.