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Raimundo, por disimular, se acercó a una de las mesas de juego: estuvo algunos instantes mirando. Clementina se deslizó disimuladamente por los salones, salió al corredor y se dirigió al despacho del duque, una pieza regia que sólo tenía de respeto, pues siempre trabajaba arriba. Estaba profusamente iluminada, como todas las estancias del piso principal.

Un lacayo con larga librea verde aceituna, coronas condales en los botones y sombrero de copa con gran cucarda rizada en la mano, se acercó entonces al grupo: Cuando el señorito quiera, está esperando el coche dijo respetuosamente al niño.

Conoció que Anita contemplaba con gusto los ademanes y la figura de don Juan y se acercó a ella el buen Quintanar diciéndole al oído con voz trémula por la emoción: ¿Verdad, hijita, que es un buen mozo? ¡Y qué movimientos tan artísticos de brazo y pierna!... Dicen que eso es falso, que los hombres no andamos así... ¡Pero debiéramos andar! y así seguramente andaríamos y gesticularíamos los españoles en el siglo de oro, cuando éramos dueños del mundo; esto ya lo decía más alto para que lo oyeran todos los presentes.

Después de la misa, el cura se volvió hacia los fieles y rezó por el muerto y por todos los sepultados en el Océano. Entonces los sollozos aumentaron. Luego, el cura se acercó al catafalco a rezar sus responsos y lo roció varias veces con agua bendita. Yo me encontraba amilanado. Al salir de la iglesia, el sol pálido iluminaba el atrio. Irizar y yo nos quedamos a la puerta.

Los perros helénicos comprendieron que no era un bárbaro quien osaba pisar el suelo sagrado de la Hélade, lo reconocieron y le rindieron acatamiento moviendo el rabo. Al mismo tiempo Talín se acercó á ellos y cambió con Faón un saludo amical rozándole el hocico.

Se puso pálido y se acercó más al doctor. ¿Vamos? propuso éste . Usted, señor Pomerantzev, vaya delante. Estas palabras sonaron en los oídos de Pomerantzev como una llamada al poder. Se irguió orgullosamente, y empezó a andar con paso firme, imitando con las manos los movimientos de un tambor y tarareando algo parecido a una marcha guerrera. ¡Tam-tara-ta-tam! ¡Tam-tara-ta-tam!

Se acercó a , me saludó descubriéndose, me dio todas las noticias que conocía, y me dijo que era correo entre Mendoza y Santa Rosa de los Andes. Siempre me han inspirado una simpatía profunda esos hombres valerosos cuyas filas clarea cada rudo invierno de la Cordillera.

Simoun no obstante, despues de larga vacilacion, se le acercó y poniéndole una mano sobre el hombro le dijo en voz conmovida: Basilio, usted posee un secreto que me puede perder y ahora acaba de sorprenderme en otro que me pone enteramente en sus manos y cuya divulgacion puede trastornar todos mis planes.

Se acercó lenta y majestuosamente a él, le puso la mano en el hombro e inclinándose para acercar la boca a su oído le dijo en voz baja: Hace usted bien en no avergonzarse de nada de eso, porque yo, señor conde, le quiero a usted tanto por lo menos como usted a . Quiso volverse loco.

Pero al volver la cabeza cesó repentinamente la alegría del majo al observar que María-Manuela estaba haciendo lo mismo con Antonio. Quedó repentinamente serio, no porque la bravía morena le hubiese tocado en el corazón, sino por la insolencia de Antoñico. Á pesar de los últimos reveses seguía tan puntilloso y delicado. Murmuró un juramento y se acercó de nuevo á la maga.