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Actualizado: 19 de septiembre de 2024
Los dos partidos se comprendieron y empezó la batalla: en la misa siguiente todos los mestizos, hasta los más flacos, tenían panza y separaban mucho las piernas como si estuviesen á caballo: todos los naturales ponían una pierna sobre otra aun los más gordos y hubo cabeza de barangay que dió una voltereta.
Cuando la comprendieron, los unos echaron a correr llevados de un compasivo horror; los otros rompieron a llorar con ese clamor intenso, sonoro, dolorido, que indica en ellos la intuición de las grandes desdichas. Aquello no era una travesura; era algo más. Aquello de que estaba manchado Zarapicos no era el almagre de que se pintaban alguna vez para jugar; era sangre, ¡sangre!
Sólo al entrar, y cuando los cuatro se sentaron a tomar café dijo con su habitual desenfado: «Narices, ya está reunido aquí toíto el Demi-Monde». Fortunata y Feliciana no comprendieron; pero Rubín se puso encarnado y se incomodó mucho; porque aplicar tales vocablos a personas dispuestas a unirse en santo vínculo le parecía una falta de respeto, una grosería y una cochinada, sí señor, una cochinada... Mas se calló por no armar camorra ni quitar a la reunión sus tonos de circunspección y formalidad.
Bonis parecía otro. El mismo Sebastián, que era positivamente bravo y fuerte, y muy capaz de arrojar por el balcón al escribiente de su tío, se achicó un tanto por lo que él calificó de fuerza moral de aquellas palabras, y de aquel gesto y de aquel tono. Todos comprendieron que el pobre Bonis estaba dispuesto a morder y arañar para impedir que la salud de Emma peligrase.
Esperaba así tomar revancha; pero todos comprendieron que una barba, no ya como aquélla, sino policroma, no tenía importancia comparada con una pasión extravulgar por las negras. ¡Afirma ese hombre original que hay en las negras algo exótico! añadió su excelencia. Poco a poco, la popularidad de Kotelnikov en los círculos burocráticos de la capital llegó a ser muy grande.
Organizaba y llevaba a cabo el rapto de la virgen con una astucia que para sí la quisieran muchos tenorios mundanos. Los lectores así lo comprendieron. Se comentó y rió no poco el dañino suelto. Al verse de aquel modo en ridículo, el excusador, que tenía un temperamento susceptible y bilioso, como todos los artistas, se enfureció terriblemente.
Mientras tanto el señor de las Matas avanzaba al paso lento, majestuoso de su rocín. Cuando estuvo cerca de la reunión se llevó la mano al sombrero y les hizo un gentil saludo, mezcla de la exquisita urbanidad de la corte de Luis XIV con la afable gravedad de los tiempos heroicos de la Grecia. Aquellos bárbaros no comprendieron su delicadeza y les produjo risa.
Según oí decir aquel día, cuando regresamos a Bailén, ya estaba acordado que se concediese a los franceses el paso de la sierra para regresar a Madrid, cuando se interceptó un oficio en que el Lugarteniente general del reino mandaba a Dupont replegarse a la Mancha. Comprendieron entonces los españoles que conceder a los franceses lo mismo que querían, era muy desairado para nuestras armas.
En el género poético, cuya forma verdadera entrañaba la mayor popularidad con la mayor perfección artística, se encontraban recursos bastantes para contentar á cuantos se sentían capaces de apurar estos goces elevados, desde que los poetas comprendieron perfectamente el espíritu nacional, y lo espusieron á la contemplación de aquéllos, que deseaban y tenían derecho á pedirlo.
La música cesó, se fueron los hombres, volvieron poco á poco las mujeres y empezó entre ellas un diálogo del que nada comprendieron nuestros amigos. Estaban hablando mal de una ausente. ¡Parecen los macanistas de la pansitería! observó Pecson en voz baja. ¿Y el cancan? preguntó Makaraig. ¡Están discutiendo el sitio más á propósito para bailarlo! repuso gravemente Sandoval.
Palabra del Dia
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