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Comenzó de escribiente en el ayuntamiento; después había sido secretario del juzgado municipal, pasante del notario y ayudante en el Registro de la propiedad.

¿Ja? ¡Rayo! exclamó Chichoy, buscando con los ojos un arma y no viendo ninguna, cogió su soplete. El maestro se sentó; le temblaban las piernas. El crédulo ya se veía degollado y lloraba de antemano por la suerte de su familia. ¡Ca! dijo el escribiente; ¡degüello no va á haber! El consejero del é hizo una seña misteriosa está por fortuna enfermo. ¡Simoun! ¡Ejem, ejem, ejjjem!

¡Adentro! dijo una voz atiplada. ¿El señor Castro Pérez? ¡Adentro! repitió la voz de falsete. Era el escribiente. Mala impresión me causó tan delicada personilla.

¡De seguro! contestó la mujer y le pintó el sitio como si en él hubiera estado. Con la prision de Basilio, los sencillos y agradecidos parientes propusieron hacer toda clase de sacrificios para salvar al joven; pero como entre todos no reunían treinta pesos, hermana Balî, como siempre, tuvo la mejor idea. Lo que debemos hacer es pedir un consejo al escribiente, dijo.

Quería casarse o morir; casarse para demostrar la pureza de su honor. Pero los pretendientes aceptables no parecían. La de Valcárcel seguía enamorada, con la imaginación, de su escribiente de los quince años; pero no procuró averiguar su paradero, ni aunque hubiese venido le hubiera entregado su mano, porque esto sería dar la razón a la maledicencia. Quería antes otro marido.

Todos iban murmurando. ¿Para qué desafiar al diablo, o al ahijado del diablo? ¡Nada más vano que luchar contra vestiglos y fantasmas! En su incursión a las islas se internaron el comisario Rodríguez, seguido del escribiente Peñálvez, mientras los demás hombres estaban «mateando» junto a la canoa que los trajera, a través de una tupida selva de helechos, ceibos y espinillos.

Cuando á mi vecino Simon le metieron en la carcel y le dieron de palos, por no poder declarar en un robo que se cometió cerca de su casa, ¡abá! por dos reales y medio y una rosca de ajos, le sacó el escribiente. Y yo le á Simon que apenas podía andar y tuvo que guardar cama lo menos un mes. ¡Ay! se le pudrió el trasero, ¡abá! ¡y murió de resultas!

Después de andar una considerable distancia, extraviáronse ambos completamente. Y mientras buscaban el rumbo con la brújula, sonó un tiro en la espesura... El comisario cayó muerto instantáneamente de un balazo en el pecho, y el escribiente echó a correr...

De este modo serio, modesto, patriarcal, se emborachaban aquellos venerables ancianos todas las noches del año. Dos de ellos, don Juan el Salado, escribiente del Ayuntamiento, y don Segis, experimentaban ya las consecuencias de aquella vida. El Salado tenía una nariz que daba miedo verla: el día menos pensado se le caía sobre el libro de actas.

Julî acudía á sus imágenes, contaba y recontaba el dinero, y los doscientos pesos no se aumentaban, no querían multiplicarse; de pronto se vestía, reunía todas sus alhajas, pedía consejos al abuelo, iría á ver al gobernadorcillo, al juez, al escribiente, al teniente de la Guardia civil. El viejo á todo decía , y cuando ella decía no, no decía tambien.