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Los edificios públicos, esto es, el Palacio municipal, la Aduana, el Juzgado, la Escuela y el Hospital «Pancracio de la Vega» amanecieron muy adornados con banderas de papel y festones de «rama de tinaja», y así la casa del Alcalde, la de Venegas y la de Jurado. La procesión cívica, o, como dicen en Villaverde, el «paseo», salió muy «rascuacho» y ratonero.

Instintivamente empezó á mirar en torno de él, examinando la habitación. Vió sobre la mesa varios papeles, todos con una línea ó dos de letra de Torrebianca. Eran cartas empezadas por éste y que había juzgado inútil continuar.

Días antes había pagado doscientos francos por un sello antiguo de cera de Yacoub Almanzor, que ostentaba en letras árabes esta hermosa leyenda: «Que Dios juzgue a Yacoub, como Yacoub haya juzgado». La corrrona esta es de Italia: corrrona rreal sobre la cruz de Saboya prosiguió el tío Frasquito . Uno idéntico tengo de Víctor Manuel, perrro estos otros no los conozco...

Comenzó de escribiente en el ayuntamiento; después había sido secretario del juzgado municipal, pasante del notario y ayudante en el Registro de la propiedad.

8 dando Pablo razón: Que ni contra la ley de los judíos, ni contra el Templo, ni contra César he pecado en nada. 9 Mas Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo, dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de ? 10 Y Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde conviene que sea juzgado.

La justicia se estaba en sus proprios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interese, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen. La ley del encaje aún no se había sentado en el entendimiento del juez, porque entonces no había qué juzgar, ni quién fuese juzgado.

1 Téngannos los hombres por ministros del Cristo, y dispensadores de los misterios de Dios. 2 Se requiere sin embargo en los dispensadores, que cada uno sea hallado fiel. 3 Yo en muy poco tengo el ser juzgado de vosotros, o de juicio humano; y ni aun yo me juzgo. 4 Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; mas el que me juzga, es el Señor.

Una tarde, á la hora del ensayo, penetraba en el escenario un hombrecillo sonrosado, redondo y alegre: era Mr. Chalonette, alguacil del juzgado. Vengo dijo secamente, á cerrar el teatro. Bissón, que ya esperaba aquella visita, recibió á Mr. Chalonette con una cordialidad envolvente. ¿Ha visto usted alguna vez un ensayo? preguntó. No, señor. Pues, siéntese usted; es muy curioso. Luego hablaremos.

Don Félix no admitió este arreglo, quedó disuelto el acto, y a instancia suya fue expedido por el juzgado de primera instancia de Lada despacho de ejecución contra el molinero, por valor de los catorce mil reales. Detrás de ellos, algunos curiosos que les habían visto cruzar por el pueblo, los cuales se mantuvieron un trecho separados de la casa esperando ver en lo que paraba aquello.

Por lo mismo, señor, admita vuestra majestad mi renuncia. No hay necesidad; yo no he desconfiado de vos. Sin embargo, señor... esas graves acusaciones exigen: ó que yo sea juzgado, ó que lo sea mi hijo. ¿Qué estáis diciendo, duque? ¿qué estáis diciendo?... ¿meterme queréis en esos cuidados? yo os mando que sigáis ayudándome en el gobierno de mis reinos. Y yo, señor, obedezco á vuestra majestad.