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Las brisas rizaban las ondas del lago, resplandeciente y lleno de murmullos deliciosos, como agitaban las guirnaldas de tupidos sarmientos en los viñedos de la costa; y en el fondo de ellos, á 100 metros de distancia, vimos destacarse cinco ó seis pueblecitos ó aldeas llenos de gracia en sus pormenores, y como descendiendo de sus suaves colinas en pintoresco desórden, para bañar en el lago los festones y las terrazas de sus alegres casitas.

Estos, en número casi infinito, eran tan vistosos y gallardos que daba gozo verlos. Unos llevaban resplandecientes armas del más puro metal, y cascos en cuya cimera ondeaban plumas y festones; otros vestían lorigas de cuero finísimo, recamadas de oro y plata; otros cubrían sus cuerpos con luengos trajes talares, á modo de senadores venecianos.

Por todas partes se levantan los troncos secos y blanquecinos de millares de guayacanes, cuya verdura ha destruido la humedad de las ondas que los rodean, y las copas, retostadas por el sol en su parte superior, sueltan por todos lados festones suntuosos de parásitas enredaderas.

Fueron sin duda africanos los amines de Almanzor. Dieron á estos arcos, y á los de la pieza baja ó tesoro, los festones de lóbulos que tan gallarda y viciosamente disfrazan el verdadero objeto de estas curvas, convirtiéndolos en orlas de cintas y nexos de encaje, y solo respetaron las antiguas columnas y sus capiteles románicos.

A la derecha, y sobre otro altar, estaba ya también en su nicho el Santo Patrono. Ambos altares resplandecían con muchísimas velas y hachones ardiendo, y ramilletes de flores y festones y guirnaldas de arrayán, laurel y limonero los engalanaban.

Porque podemos decir, para orgullo de D. Amaranto, que él es el alma del negociado. Sus calzones, en guiñapos, lucen pintorescos festones sobre los zapatos; sin herretes y sin trencillas, y su chapeo ha soportado las lluvias de cinco inviernos; y su carrick el rigor de cincuenta ventiscas.

Descúbrese toda la campiña al frente, haciendo fondo á la ciudad las sierras de Cabra y de Granada con sus azulados festones de crestas, y sobresaliendo al sudeste el pico de Alcaudete: por detrás de la ciudad se desliza culebreando el magestuoso Guadalquivir. En su famosa carta al obispo de Pamplona Wiliesindo.

Aquel bosque, aun sin el aliciente de la caza, era delicioso, tanto por los gigantescos árboles que le daban sombra y frescura, como por las olorosas y variadas flores que cubrían el suelo, por las orquídeas que crecían parásitas en los añosos troncos, y por las plantas enredaderas que, formando guirnaldas y festones, entrelazaban los árboles, haciendo a veces impenetrable la espesura, si un negro no caminaba delante con una hoz abriendo camino.

Un doble toldo nos preservaba del sol, mas no de las brisas marinas que acariciaban los festones de la lona y de la potente luz de los trópicos que descomponía sus rayos en las talladas copas.

A diez y ocho palmos de elevacion corre un techo con el que mutilaron la altura de esta estancia, pues que sobre él continúa la misma con un friso corrido, adornado de la misma talla, coronado de otro cuerpo mas sencillo, en el que descansan columnitas de cuatro palmos y medio de altura, sosteniendo arcos apuntados formados de festones semicirculares, terminando los restos de esta mezquita á catorce palmos del mencionado piso, por el que lo es del real aposento donde nació SANTA ISABEL.